Piura,
El Arzobispo de Piura, Mons. José Antonio Eguren, recordó a su feligresía que "el gran desafío de la Navidad es no ser indiferentes" ante el Niño Dios que nace y busca "el calor de nuestro corazón".
En su mensaje de Navidad, el Prelado recordó que en cada Navidad, Dios se hace niño, en "un ser que entra en el mundo con lágrimas. Cuyo primer sonido es un grito de ayuda. Cuyos primeros gestos son sus manos extendidas buscando seguridad. Y esto no es sentimentalismo. Para la fe de la Sagrada Escritura y de la Iglesia es importante que Dios haya querido ser dependiente del amor de su Madre, del amor protector del ser humano".
"Por eso la Navidad es de los niños y de los que son como ellos. Y los niños son por naturaleza dependientes. Y este Niño Divino llama, busca nuestro brazos, el calor de nuestro corazón, de nuestra acogida, como hace más de dos mil años buscó los brazos de su Madre María y en ellos el calor de su regazo, de su amor. El gran desafío de la Navidad es no ser indiferentes a sus gritos y a sus brazos extendidos hacia nosotros. El gran desafío de la Navidad es acoger por la fe al Niño Dios que nace", indicó.
En este sentido, advirtió que "la gran paradoja es que al acogerlo descubrimos con humildad que también nosotros somos dependientes, y lo somos más que un niño recién nacido".
"Al acogerlo descubrimos que lo necesitamos a Él mucho más de lo que Él ha querido necesitar de nosotros y que la seguridad que nosotros podemos darle no se compara a la que Él nos da. Al acogerlo descubrimos que el Niño Jesús es la respuesta a las ansias más profundas de nuestro ser. Y que sólo este Niño de Belén puede calmar y saciar el hambre de infinito y la sed de comunión que tienen nuestros corazones. Al acogerlo descubrimos que si queremos ser realmente felices, la vida no se puede construir más que por Él, con Él y en Él", agregó.
Mons. Eguren expresó su deseo de que en esta Navidad y a lo largo de todo el nuevo año, "que la Luz de Belén ilumine a nuestros sacerdotes, para que sean santos y ejemplares ministros de Cristo", "a nuestros consagrados, para que viviendo fielmente los consejos evangélicos y en fidelidad a su carisma fundacional, sean fermento de santidad y apostolado"; así como a los laicos, las familias, los concebidos no nacidos, los jóvenes, los pobres, los enfermos, los ancianos, los encarcelados, los marginados y abandonados.