VATICANO,
Ante miles de feligreses y peregrinos que se reunieron este mediodía en la Plaza de San Pedro durante el Ángelus con ocasión de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María, el Papa Benedicto XVI señaló que al acoger con fe a Jesús y donarlo con amor al mundo, Ella nos muestra la vocación y misión de la Iglesia.
En el día de la Inmaculada, “una de la fiestas de la Beata Virgen más bellas y populares”, el Santo Padre recordó que “María no sólo no ha cometido ningún pecado, sino que incluso ha sido preservada de aquella común herencia del género humano que es la culpa original. Y esto debido a la misión para la cual desde siempre Dios la destinó: ser la Madre del Redentor”.
Al explicar el fundamento bíblico de esta verdad de fe, las palabras del Ángel Gabriel dirigidas a la doncella de Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, el Pontífice expresó que ‘Llena de gracia’ “es el nombre más bello de María, nombre que le ha da Dios mismo, para indicar que es desde siempre y para siempre la amada, la elegida, la favorecida para acoger el don más precioso, Jesús, ‘el amor encarnado de Dios’”.
Benedicto XVI señaló que no podemos saber porqué Dios, de entre todas las mujeres, ha elegido a María: “Es un misterio insondable de la divina voluntad”. Sin embargo, continuó, “hay una razón que el Evangelio pone en evidencia: su humildad”.
“La Virgen misma en el Magnificat, su canto de alabanza, dice: ‘Mi alma magnifica al Señor… porque ha visto la humildad de su sierva’. Sí, Dios ha sido atraído por la humildad de María, que ha encontrado gracia ante sus ojos”, como señala el Evangelio de Lucas, explicó el Papa.
María, prosiguió, “se ha convertido en la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla entre toda la familia humana. Esta “bendición” no es otra cosa que Jesucristo. Él es la Fuente de la gracia, de la cual María ha sido colmada desde el primer instante de su existencia. Ha acogido con fe a Jesús y con amor lo ha donado al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo, ‘para que el mundo se salve por medio de Él’”.