El nacimiento de la pequeña Verónica Destiny es considerado una proeza médica por algunos y un milagro por otros. La doctora Karrie Francois, encargada de velar por la madre –a la que se le declaró muerte cerebral–, nunca olvidará esta providencial odisea de alegría y dolor.
Fueron 49 los días en que la doctora Karrie Francois y su equipo de profesionales del Centro Médico Banner Good Samaritan de Phoenix cuidaron de Verónica Celis, una nueva madre coraje mexicana. Ella había desistido de abortar a la bebé que esperaba cuando supo que el cáncer había regresado. Cayó en coma y el 7 de agosto le declararon muerte cerebral. Ese día comenzó lo que parecía imposible: lograr que la bebé en su vientre siguiera creciendo hasta las 30 semanas de gestación y sobreviviera al parto.
El domingo pasado, dos semanas antes de lo previsto, le practicaron una cesárea y un día después, el lunes, su cuerpo fue desconectado de los aparatos que permitieron el nacimiento de su niña.
“Estábamos muy preocupados”, sostiene Francois al diario Yuma Sun. “Nos preocupaba lo que pasaría con la mamá y particularmente con la bebé, a la que le faltaba muy poco para ser capaz de sobrevivir fuera de su madre”.
La bebé tenía 22 semanas de gestación cuando Verónica cayó en coma. Cada semana, el cuerpo de su madre se hacía más inestable y se arriesgaba más la vida de la niña. Según los médicos, si la bebé nacía en agosto, “probablemente habría muerto” y por esto tuvieron dos equipos de médicos para cuidar de las dos Verónicas las 24 horas del día.
Francois, encargada de realizar el parto, por humildad no quiere decir que ha sido protagonista de algo excepcional pero sí reconoce que este “extraño nacimiento” tiene pocos equivalentes en la historia de la medicina estadounidense.