SANTIAGO,
El sacerdote y crítico literario José Miguel Ibáñez Langlois llamó a las autoridades chilenas a no equivocarse al enfrentar los embarazos precoces y cuestionó el anuncio del reparto masivo de la píldora del día siguiente entre los adolescentes sin el consentimiento de sus padres.
"La cantidad de embarazos juveniles es un problema tan tremendo, que no podemos darnos el lujo de equivocarnos en su resolución. Toda campaña que soslaye el factor clave de la educación -el protagonismo de los padres de familia- está destinada al fracaso, por muchas píldoras que se distribuyan, o peor aun, por el hecho de distribuirlas", indicó el sacerdote desde su más reciente columna en el diario El Mercurio.
Asimismo, recordó que "las autoridades públicas deben velar por la salud de hijos y padres, pero no obstaculizar la ya difícil tarea de estos últimos con aquellas sospechosas asesorías íntimas y casi clandestinas a sus mocitas. Quien no ayuda a limpiar, que por lo menos ayude a no ensuciar los espacios del alma adolescente.
El Padre Ibáñez aseguró que "la píldora del día siguiente nos está planteando un sinnúmero de problemas médicos, psicológicos, éticos y sociales, que involucran hoy a las fuerzas vivas del país, y esto por graves motivos: por la escasa edad mínima de las usuarias -catorce años-, por la olímpica omisión y aun exclusión de sus padres, por la simple vía administrativa con que se zanjan (y en forma inconsulta) problemas del más alto rango jurídico, y por la dudosa eficacia (peor aún, por la posible eficacia inversa) de esta clase de medidas, según una ya amplia experiencia internacional".
Para el sacerdote, "tal vez la única diferencia sea el marcado sesgo ideológico que esta política reviste, al formar parte de una ‘agenda valórica’ que se declara pro familia, pero corre el serio peligro de no serlo en la práctica".
"Una primera víctima de esa falacia es la Iglesia Católica. En cuanto su jerarquía abre la boca para pronunciarse sobre un grave asunto moral como éste, casi por rutina ciertos intelectuales suelen rasgarse las vestiduras, acusándola de ignorancia en la materia: sus obispos no saben de qué están hablando, desconocen ‘la realidad’, como si toda su sabiduría se limitara al purgatorio o al ayuno de Cuaresma", cuestionó.