LIMA,
La Conferencia Episcopal Peruana (CEP) emitió un comunicado en el que resaltó la inviolabilidad de la vida humana y su oposición a la pena de muerte, cuando en el país algunos han sugerido establecerla como castigo para quienes violen y asesinen a menores.
En el texto del 7 de septiembre, titulado "he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10), la CEP recuerda que la Iglesia quiere ser "también hoy promotora del valor de la vida humana que ‘ha de ser respetada porque es sagrada. Desde el comienzo supone la acción creadora de Dios y permanece para siempre en una relación especial con el Creador, su único fin’" y que también es obligación del Estado proteger la vida.
Seguidamente, los obispos precisan que "nadie puede disponer directamente de la vida propia o ajena, sin tener en cuenta el grave riesgo que corre en erigirse en el dueño de la vida, siendo Dios el Único Señor de la vida humana".
Asimismo, luego de afirmar que "el valor de la vida humana, incluso la del pecador, es muy importante para Dios", los prelados insisten en la responsabilidad del Estado para proteger la vida, pero precisan que este deber "no supone el uso de la violencia mas allá de la realmente necesaria; además todo Estado debe garantizar un sistema jurídico suficientemente capaz y diligente para aplicar las penas establecidas que permitan eficazmente reparar el desorden introducido por la culpa, defender el orden público y la seguridad de las personas y contribuir a la corrección del culpable".
A continuación, los obispos recuerdan las palabras de Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae cuando afirma que "hoy, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido, los casos de absoluta necesidad de pena de muerte suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos".
"La experiencia de otros lugares demuestra que la extensión a la muerte de la ley penal como solución vindicativa ante la comisión de un delito tan grave como la violación y muerte de un niño no resuelve el problema, y nos empujaría peligrosamente a un retorno del ‘ojo por ojo y diente por diente’, con la gravedad que no va a erradicar el mal, nunca logrará una verdadera reparación del daño, tampoco la expiación del crimen cometido y proclamaría que nuestra sociedad, a pesar de los medios avanzados que dispone, no sería capaz de lograr la corrección del culpable", prosiguen los prelados.