MANAGUA,
El Obispo de Matagalpa, Mons. Jorge Solórzano, reveló a un diario local que dejó la posibilidad de ser un basquetbolista de la millonaria liga estadounidense NBA para ser sacerdote.
En una entrevista con El Nuevo Diario, Mons. Solórzano relató que cuando tenía 20 años de edad y se preparaba para el sacerdocio, conoció a unos scouts norteamericanos que, impresionados por su talla –mide 1,97 metros– y su gran talento para el básquetbol le propusieron tentar suerte en la NBA.
"Cuando estudié Teología en México, yo llegué de 18 años. Ahí en el Seminario no jugaban béisbol, entonces me entrenaron para básquetbol. Y me pasó una historia. Como hacíamos partidos con otros seminarios y universidades de México, una vez unos scouts de la NBA que estaban viendo me hicieron la propuesta de que me fuera a esa organización, que me pagarían millones. Yo tenía 18 años (en 1979), 100 libras menos y me miraban cómo daba los saltos triples y ponía la bola con la mano en el aro, y entonces ellos me hicieron esa propuesta", recordó.
Ante esta situación, Mons. Solórzano llamó "al entonces Arzobispo, Miguel Obando, y le dije: Mire, tengo esta tentación, y él me dice: ‘No se deje vencer por la tentación’. Entonces desprecié esa oferta de esos millones de dólares que me ofrecían en la NBA y me quedé en el Seminario. Estaba yo con la duda, y el Cardenal me animó a que no me dejara vencer por esa tentación".
Mons. Jorge Solórzano, nació en la comunidad rural de San Andrés de la Palanca, en el municipio de Ciudad Sandino, el 23 de marzo de 1961. Es el número 13 de 15 hermanos. Ingresó al Seminario en 1977. Fue ordenado sacerdote en 1985, cuando sólo tenía 24 años de edad. En el año 2000 fue nombrado Obispo Auxiliar de Managua y en octubre del año pasado fue designado Obispo de Matagalpa.
De niño, pastoreaba "algunas vacas que tenía mi papá" y repartía su tiempo entre el campo y la escuela. "Desde muy pequeño sentí ese llamado de Dios repetidas veces, porque en ese tiempo a la comarca llegaba el sacerdote una vez al año a la iglesia Cristo del Rosario, durante las fiestas patronales. No había mucha propaganda ni energía eléctrica, mucho menos televisión. Siento que fue un llamado directo de Dios y no de la publicidad vocacional. En el campo sentí prácticamente como una voz de Dios: ‘No sigas pastoreando vacas, sino a mi pueblo’", señaló.