ROMA,
La agencia vaticana Fides publicó un completo perfil de Mons. Antonio Li Duan, el Arzobispo de Xi’an que falleció el viernes pasado víctima del cáncer y es considerado como una de las figuras claves del catolicismo chino fiel a la Sede de Pedro.
Fides confirma que Mons. Li Duan ha sido uno de los obispos chinos “más conocidos y estimados en China y en el extranjero: un hombre que ha creído verdaderamente en el diálogo. Firme en los principios de la fe católica, ha tratado de dialogar con todos, buscando siempre posibles puntos de entendimiento y espacios útiles para el anuncio del Evangelio”.
“Su forma de comportarse no era para nada la contraposición. El Prelado ha mostrado también un estilo de diálogo que se podría definir como ‘verdaderamente evangélico’: firme en sus principios, sereno y manso al dar razón de su propia fe y siempre respetuoso con todos”, indica la agencia. El Arzobispo sufrió la persecución, cárcel y trabajos forzados a causa de la fe.
“Debido a que su nombre aparecía siempre en la lista oficial de algunas instituciones centrales de la Iglesia en China, varios católicos le reprochaban no haber roto las relaciones con las autoridades gubernamentales, mientras declaraba oficialmente su fidelidad a Roma: muchos no han entendido sus declaraciones y su modo de obrar. Esta incomprensión fue para él un motivo de sufrimiento pero, como hombre de fe, lo afrontó siempre con serenidad de espíritu. Hablando con él se constataba inmediatamente la estima que sentía hacia los mensajes que el Papa Juan Pablo II, en los que se invitaba a los católicos chinos a la reconciliación y el diálogo”, aclara la agencia.
Mons. Li Duan no participó en las ordenaciones episcopales ilegítimas del 6 de enero de 2000 en Pekín, y esto lo puso “en una situación más difícil, bajo una presión y vigilancia más constante por parte del Gobierno”.
El fallecido Arzobispo fue uno de los cuatro obispos chinos invitados por el Papa Benedicto XVI a participar en el Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía que se celebró el año pasado. “Murió llevando en el dedo el anillo que Benedicto XVI le envió tras el Sínodo: a quien lo iba a visitar en el hospital, el Prelado le mostraba el anillo con orgullo: ‘Éste es el signo de mi comunión con el Papa’ decía, y lo mostraba como su tesoro más precioso”.