LIMA,
Una multitud de feligreses limeños acompañó este jueves la solemne procesión de las reliquias y la Misa que por el IV Centenario de la partida a la gloria de Santo Toribio de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima y Patrono del Episcopado latinoamericano, presidió el Enviado Especial del Papa, el Arzobispo de Santo Domingo, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.
Además del Purpurado dominicano, estuvieron presentes en el recorrido procesional desde la iglesia de Santo Domingo hasta la Basílica Catedral, donde se celebró la solemne Eucaristía, el Arzobispo de Lima, Cardenal Juan Luis Cipriani, el de Santiago de Chile y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), Cardenal Francisco Javier Errázuriz, así como decenas de obispos del Perú y el mundo y un centenar de sacerdotes.
La procesión, adornada de 18 alfombras florales, trasladó las reliquias del corazón, el dedo pulgar y el cráneo del Santo, además de una gran anda de la imagen del segundo Arzobispo de Lima que remataba el recorrido procesional.
A su llegada a la Basílica, las reliquias y la imagen fueron recibidas por centenares de religiosas, religiosos y feligreses de parroquias y movimientos eclesiales portando velas y en medio de aplausos, cantos y vivas en un ambiente de alegría y devoción en el que se hicieron presentes también los fuegos artificiales y el sonar de las campanas.
Durante la Misa, concelebrada por el Nuncio Apostólico, Mons. Rino Passigato, y el Arzobispo de Trujillo y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Mons. Miguel Cabrejos, el Cardenal López Rodríguez manifestó que la celebración era justificada puesto que no hay ningún modelo mejor que el de Santo Toribio de Mogrovejo para un cristiano.
El Enviado Especial del Papa añadió que el santo nos deja un claro mensaje: “los problemas del Perú son hoy muy distintos de los de su tiempo, pero no menos graves que aquellos”, problemas a cuya solución está obligada la Iglesia en virtud de su misión y función desde la verdad, desde la connatural e inviolable dignidad de todo ser humano y desde el mandato de amor que implica la justicia y el perdón”.