MADRID,
El Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela, resaltó la vida ejemplar de San Francisco Javier al conmemorarse hoy los 500 años de su nacimiento e instó a los feligreses a imitar sus ansias de predicar el Evangelio en la España y Europa de hoy, “tan secularizada”.
Ante más de 40 obispos, los Reyes de España, así como otras autoridades extranjeras y eclesiales reunidas en la localidad de Javier para la celebración, el Purpurado recordó que para el Santo jesuita “‘el hecho de predicar no es un motivo de orgullo’ sino una necesidad existencial irreprimible”.
El Cardenal Rouco, en su calidad de Enviado Pontificio para la ocasión, indicó que San Francisco Javier, quien dedicó diez años de su vida a evangelizar las indias orientales y murió a las puertas de China, “fue uno de esos españoles universales que poblaron esa España prodigiosa del siglo XVI” y que “ha dejado una huella imborrable en la historia de la Iglesia y de la humanidad por llevar el nombre de Jesús y la señal de la Cruz a nuevos mundos”.
Asimismo explicó que para el misionero era importante el rescate del alma de cada ser humano a través del anuncio del Evangelio. “Le importa la salvación del hombre, y, por ello, su vida será un desvivirse para que todo el que se encuentre con él pueda conocer y hacer suya la verdad de que ‘tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en Él tengan vida eterna’”, añadió el Arzobispo.
En ese sentido, señaló la urgencia de “recuperar ‘el alma’ en la vida del hombre y en la sociedad, en España y en Europa”, y de “convencer a nuestros contemporáneos de que si ‘se fracasa en los asuntos del alma’, se frustra la vida” porque “es muy difícil, por no decir imposible, abrir futuros compartidos de vida, de justicia, de solidaridad y de paz, si se olvida la propia alma”.
Recordó que Juan Pablo II habló de la necesidad de seguir el camino de “España evangelizada. España evangelizadora”. Palabras que los jóvenes deben oírlas “con premura y ardor apostólico”, por ser ellos “la gran esperanza de España y de la Europa cristiana”.