VATICANO,
En el mensaje escrito con de la 43º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el próximo 7 de mayo, cuarto domingo de Pascua, el Papa Benedicto XVI llamó a los cristianos del mundo a rezar por vocaciones sacerdotales y consagradas que mantengan viva la fe.
En el mensaje, fechado el 5 de marzo, el Pontífice señala que “el peso de dos milenios de historia hace difícil percibir la novedad del misterio fascinante de la adopción divina, que está en el centro de la enseñanza de San Pablo”.
“¿Qué decir de la tentación, muy fuerte en nuestros días, de sentirnos autosuficientes hasta cerrarnos al misterioso plan divino con nosotros?”, pregunta el Santo Padre, y señala que “el amor del Padre, que se revela en la persona de Cristo, nos interpela”.
El Papa recuerda luego que a lo largo de los siglos muchos hombres y mujeres, “transformados por el amor divino, han consagrado su propia existencia a la causa del Reino” y “han conocido por medio de Cristo el misterio del amor del Padre”; y por ello “representan la multiplicidad de las vocaciones presentes desde siempre en la Iglesia”.
En el contexto de la llamada universal a la santidad que destacó el Concilio Vaticano II, el Santo Padre afirma que Cristo llama a personas para que “cuiden de su pueblo; en particular, a hombres que ejerzan mediante el ministerio sacerdotal una función paterna”. “La misión del sacerdote en la Iglesia es insustituible. Por tanto, a pesar de que en algunas regiones existe una disminución del clero, no hay que perder nunca la certeza de que Cristo seguirá suscitando vocaciones sacerdotales”, agrega.
Benedicto XVI recuerda que “otra vocación especial, que ocupa un lugar de honor en la Iglesia es la llamada a la vida consagrada”. “Aun desarrollando diversos servicios en el campo de la formación humana y en el cuidado de los pobres, en la enseñanza o en la asistencia a los enfermos, los consagrados no consideran estas actividades el objetivo principal de su vida, porque como bien subraya el Código de Derecho Canónico, ‘la contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración debe ser el primer y principal deber de todos los religiosos’”.