BUENOS AIRES,
El Arzobispo de Mendoza, Mons. José María Arancibia, aseguró ante miles de fieles que participaron de la festividad en honor de Nuestra Señora de Lourdes en el santuario de El Challao, que “el mundo tiene hambre y sed de amor. Necesita confiar en esta vocación y recuperar su confianza en que es posible, como auténtica fuente de felicidad”.
“Sólo por este camino se realizan plenamente las personas, los matrimonios y las familias, los amigos, los grupos humanos aún la misma sociedad, llamada a vivir en una verdadera amistad social”, subrayó.
También instó a “responder con una intensa actividad caritativa, a los desafíos presentes” y, si bien valoró las múltiples expresiones de amor que se perciben en la sociedad, consideró que “hay que lamentar al mismo tiempo, el dolor profundo y hasta inconsolable, que provocan las muchas formas opuestas al amor humano: indiferencia, odio, discordia, enemistad, injusticia, destrucción y guerra”.
El Prelado citó la encíclica “Dios es amor” del Papa Benedicto XVI y destacó que en el texto, el Pontífice “ofrece precisamente una interesante enseñanza, sobre las características y condiciones de este servicio de amor, relacionado a su vez con la justicia, que es competencia propia de la acción política”.
El Arzobispo de Mendoza puso a la Virgen María como ejemplo de mujer que ama y educa en el amor, porque “ella nos enseña qué es el amor, dónde tiene su origen, y cuál es su fuerza nueva”.“Su amor es fruto de la experiencia de fe y de esperanza, explicó. Creyó en el mensaje de Dios y le prestó plena confianza a su pedido. Cantó las maravillas del plan de Dios, al cual se plegaba, y estuvo contenta de creer y esperar, como lo reconoció Isabel. Cuando los discípulos huyeron, asustados por la pasión y muerte del Señor, allí permaneció ella al pie de la cruz y en torno a ella se agruparon, en la espera orante del Espíritu”.
Por último, Mons. Arancibia destacó que “María es la madre que educa en el amor. A su imagen tiernamente humana y maternal acudimos en necesidades y pedidos, en alegrías y tristezas, en soledades y en compañía. A Ella le suplicamos y le damos gracias. En su casa, y a su lado, aprendemos qué es el amor, y cómo es posible, ya que el amor es una fuerza capaz de renovar el mundo”, concluyó.