MADRID,
El periódico El Mundo recordó elogiosamente al ejemplar obispo misionero español recientemente fallecido en Perú, Mons. Antonio de Hornedo Correa, quien dejó una honda huella no solo en la diócesis de Chachapoyas, que estuvo bajo su dirección más de 14 años, sino también en los diversos lugares de la extensa amazonía peruana donde ejerció durante tres décadas un fructífero servicio pastoral.
Mons. Hornedo, nacido en Comillas en 1915, estuvo a la cabeza del Vicariato Apostólico peruano de Jaén y, posteriormente Obispo de Chachapoyas, murió el 10 de enero en Lima, a los 90 años, en la enfermería de la comunidad jesuita de Nuestra Señora de Fátima de Miraflores.
Después de cursar los primeros estudios en su ciudad natal, Antonio de Hornedo ingresó a los 17 años de edad a la Compañía de Jesús en 1933, en Bélgica, dado que los jesuitas habían sido expulsados de España por el Gobierno de la República. Tras la guerra civil española, volvió a Madrid y estudió Filosofía en Chamartín (1940-1943). Posteriormente, estudió Teología en Irlanda, donde se salvó de un gran incendio saltando de un edificio al otro.
Después de ser ordenado presbítero en 1949, trabajó en la formación de los jóvenes jesuitas. Fue ayudante del Maestro de Novicios, Padre espiritual de los Filósofos en Chamartín, Rector de Aranjuez y del Noviciado y Juniorado de la Provincia de Toledo.
Respondiendo al llamado misionero que Dios le hacía, a los 46 años de edad se traslada a Perú, donde inmediatamente es nombrado Superior de la Misión del Marañón y trabaja intensamente en su evangelización y organización de 1962 a 1968. En 1963, tras un excelente desempeño como sacerdote misionero, es nombrado Prefecto Apostólico de la Misión.
En 1968, la Santa Sede lo nombra Administrador Apostólico de Chachapoyas, aunque continúa como Prefecto Apostólico en Jaén. Posteriormente es nombrado Vicario Apostólico de San Javier del Marañón.