SAN ANTONIO,
El Arzobispo de San Antonio (Texas), Mons. José Gómez, descartó que los inmigrantes representen alguna amenaza para la sociedad estadounidense y advirtió que “no es inteligente ni cristiano” expulsar a los ilegales o levantar muros que aíslen al país.
En un artículo publicado por el periódico El Pueblo Católico de la arquidiócesis de Denver, Mons. Gómez –de origen mexicano– se refirió al proyecto de levantar un muro de 900 kilómetros a lo largo de toda la frontera entre Estados Unidos y México.
Señaló que en la historia se comprende “que la mejor ‘barrera’ a la agresión” son los “puentes de intercambio y fraternidad”; y recordó que los “los muros –desde la Muralla China hasta la línea Maginot– nunca han solucionado problemas o tensiones; por el contrario, las han agudizado”.
Tras reconocer que la presencia de más de 37 millones de hispanos o latinos –que representan el 13,3 por ciento de la población norteamericana– constituye un desafío para el país, consideró que “el volumen de la población hispana, que no tiene precedentes ni comparación con ninguna otra ola inmigrante en el pasado, señalan lo complejo que significa la asimilación de esta población, su integración adecuada que no sea a costa de sus valores, y explica por qué surgen expresiones xenofóbicas, desde las producidas por el temor a lo nuevo (como quienes ven en la laboriosidad hispana un ‘riesgo’ para sus puestos de trabajo) hasta otras expresiones más peligrosas de xenofobia”.
Según el Arzobispo “toda corriente inmigratoria en Norteamérica ha marcado de manera definitiva la identidad de Estados Unidos, pero también ha enfrentado tradicionalmente la resistencia de los que ya habitaban en el país”. Esta resistencia hoy es “intelectual y políticamente más sofisticada” y plantea que “los hispanos son los enemigos de la identidad y de los logros que han hecho de Estados Unidos la potencia que es hoy”.
Mons. Gómez advirtió que “esta sensación de ‘amenaza’ divide a la misma población católica norteamericana: hay quienes sienten que los inmigrantes deben ser alejados, regresados a sus lugares de origen; otros creen que deberían vivir aislados, porque no ‘respetan’ las costumbres de la estructura católica norteamericana, otros creen que debería asistírseles de manera puramente social; y solamente una minoría cree que deben ser asimilados y que su integración respetuosa significará un beneficio para la nación y la Iglesia”.