RIO DE JANEIRO,
El famoso jurista brasileño, Yves Gandra Martins, publicó un artículo en el Jornal do Brasil denunciando que el esfuerzo en el Congreso por aprobar el aborto ha convertido a todos los que creen en Dios en ciudadanos de segunda categoría en Brasil.
Gandra Martins inició su artículo elogiando los logros del Proyecto Tamar, que desde 1980 protege por ley la vida de cerca de 650 mil crías de tortugas marinas. “Quien destruya un único huevo de tortuga comete crimen contra la fauna y podrá ser encarcelado. Esto –dijo Gandra Martins– es muy elogiable. Lo que no lo es, es la destrucción de seres humanos en el vientre materno conforme a lo propuesto por la diputada Jandira Feghali, en cualquier circunstancia, hasta el último momento antes del parto y sin cualquier castigo para el médico, la mujer o quien haya colaborado con el aborto del no nacido.”
El controvertido Proyecto de Ley, aún en discusión en la Comisión de Seguridad Social y Familia de la Cámara de Diputados, propone rigurosamente el aborto sin límites, hasta los instantes finales del embarazo. La paradoja, señala el jurista, sería que “matar un ser humano, en el vientre materno, un minuto antes del parto no sería crimen. Un minuto después sería homicidio calificado”.
Yves Gandra señala que en el debate en el que participó en audiencia pública en la referida comisión, los argumentos llamaban la atención por su falta de fundamento y su limitación a descalificar a los adversarios al derecho de matar niños no nacidos.
Para Gandra esto es un “prejuicio aristocrático y elitista sin precedentes. Pareciera que solamente pueden decidir cuestiones de Estado los agnósticos, los que no creen en Dios, los iluminados representantes de la diosa ‘razón’ robespierrana.”
Así, bajo el argumento de que el Estado es laico, los que creen en Dios no podrían ni deberían opinar porque por lo que concluye el autor que “quien cree en Dios es ciudadano de segunda categoría, mientras que quien no cree lo es de primera, cabiéndoles solo a ellos las decisiones sobre la vida y la muerte de los seres humanos. Se renueva así el peor período de la dictadura moscovita en que quien creía en Dios no podía aspirar a ningún cargo público relevante”, denunció.