VATICANO,
Al presidir la Eucaristía con ocasión de la Solemnidad de la Epifanía, el Papa Benedicto XVI señaló que la Iglesia tiene como misión hacer brillar la luz de Cristo ante el mundo.
Al iniciar su homilía el Santo Padre definió la Epifanía como “misterio de luz, simbólicamente indicado por la estrella que guió el viaje de los Magos. La verdadera fuente luminosa, el sol que surge de lo alto, es Cristo”.
Reflexionando en las palabras del Apóstol San Juan en su Primera Carta: “Dios es luz y en Él no hay tinieblas” y “Dios es amor”, el Pontífice hizo notar cómo “estas dos afirmaciones, unidas, nos ayudan a comprender mejor: la luz, que brota de la Navidad, que hoy se manifiesta a las personas, es el amor de Dios, revelado en la Persona del Verbo encarnado”.
“En el misterio de la Epifanía –continuó– junto a un movimiento de irradiación hacia el exterior, se manifiesta un movimiento de atracción hacia el centro, que lleva a la realización el movimiento ya inscrito en la Antigua Alianza. La fuente de tal dinamismo es Dios, Uno en la sustancia y Trino en las Personas, que todos y a todos lleva hacia sí”.
Seguidamente afirmó que “la Persona encarnada del Verbo se presenta como principio de reconciliación y de recapitulación universal. Él es la meta final de la historia, el punto de llegada de un éxodo, de un providencial camino de redención que culmina en su muerte y resurrección”.
Asimismo, el Papa habló de la paradoja cristiana mostrando cómo “en el Niño de Belén Dios se ha revelado en la humildad de la ‘forma humana’, en la ‘condición de siervo’, de crucificado. La humildad, la pobreza, la misma ignominia de la Pasión nos hacen conocer cómo Dios es verdaderamente. El rostro del Hijo revela fielmente el del Padre”.