RIO DE JANEIRO,
Los ciudadanos de la ciudad brasileña de Río de Janeiro están alarmados e indignados por la ola de asaltos violentos a iglesias y conventos registrados en los últimos meses.
El mes pasado, tres bandidos con armas de fuego ingresaron a la Catedral de Itaguaí, en la periferia de Río, donde redujeron al Obispo local, Mons. José Ubiratan Lopes, y algunos fieles que en ese momento atendía, maniatándolos en la sacristía. Luego de golpear a Mons. Ubiratan con las culatas de los revólveres, robaron todo lo que encontraron, inclusive el pectoral que el Obispo había recibido del fallecido Papa Juan Pablo II.
El martes pasado otros dos asaltantes irrumpieron de madrugada en la iglesia de São Sebastião en el barrio de Tijuca. Una vez dentro del convento de los franciscanos capuchinos a cargo de la iglesia, llamaron a otros seis delincuentes por un móvil e ingresaron a las habitaciones de los religiosos, amenazándoles de muerte si no les entregaban todo lo que tenían.
Finalmente, tuvieron que contentarse con los relojes de los religiosos y las pequeñas cantidades de dinero en efectivo que tenían en ese momento. Uno de los religiosos, de 84 años, resultó herido.
Una de las víctimas, el sacerdote Vicente Arthurs, comentó que “la violencia es una realidad de la que todos somos víctimas. Hay que saber mantener la calma en estas ocasiones, pero al mismo tiempo hay que saber decir basta. La sociedad debe organizarse y exigir del Estado una política de seguridad más eficaz”.
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