ROMA,
Luis Fernando Figari Rodrigo, laico consagrado y Fundador de la Familia Sodálite, quien participa como Auditor en el Sínodo sobre la Eucaristía en la Santa Sede, señaló que es urgente una catequesis que ayude a los cristianos a recuperar el sentido de la Eucaristía y del Domingo como “Dies Domini”.
Esta es la entrevista que Figari sostuvo en Roma con ACI Prensa:
¿Qué reflexiones en torno a la Eucaristía trae a este Sínodo un Fundador desde América Latina?
El magno don de la Eucaristía es un tesoro para la Iglesia y para el mundo. Cuando se reflexiona sobre tal don de Dios surgen multitud de pensamientos y un continuo maravillarse. El creyente tiene la conciencia de que el Sacrificio del Gólgota y el Santo Sacramento que se celebra en la Misa son uno y el mismo. ¿Cómo no caer en una experiencia de asombro, gratitud y alabanza? ¡En la Misa se perpetúa sacramentalmente el Sacrificio de la Cruz! En ella se manifiesta el inmenso amor de Dios por el ser humano. Al hacerse verdadera, real y sustancialmente presente, el Señor Jesús muestra el amor reconciliador y pone ante nosotros cómo en Él la existencia humana adquiere pleno sentido. El misterio humano se esclarece en la magnitud de la Eucaristía, que es como una continuación y extensión de la Encarnación.
Ver con los ojos de la fe la presencia real de Jesús es revivir la experiencia de los discípulos de Emaús, es reconocer al Salvador y percibir que el corazón arde de gozo en su presencia. Las preguntas fundamentales del ser humano adquieren una respuesta inimaginable. En una América Latina crucificada por el secularismo, por la injusticia, por el abuso contra los derechos humanos, por el consumismo, por la violencia, la Eucaristía es una experiencia del amor de Dios que se hace solidario con su criatura y le abre el horizonte del amor, la liberación, la plena reconciliación.
En la Eucaristía Dios sale al encuentro del ser humano y lo que aconteció en la historia hace dos mil años se prolonga en nuestro tiempo. ¡Es el Emmanuel! Por lo que San Juan Crisóstomo comentando este nombre dice que es como si dijera: “Verán a Dios entre los hombres”. Y así lo ven los hombres y mujeres de América Latina. Con los ojos de la fe los pueblos sellados por la Evangelización constituyente creen firmemente que el Verbo Eterno que se encarnó en la Virgen Inmaculada, que murió en la Cruz y Resucitó vencedor de la muerte se hace realmente presente en el Altar para nuestro bien, y se queda en el Tabernáculo dando luz y calor a la existencia humana.