Investigadores pro-vida develaron la farsa del seudo estudio que indicó esta semana que los no nacidos no sufren dolor cuando son abortados, y explicaron que éste fue realizado por dos conocidos abortistas que tienen un interés especial en incrementar la industria del aborto.
Según el Comité Nacional por el Derecho a la Vida, dos de los cinco autores del controvertido estudio, publicado esta semana en el Journal de la American Medical Association (JAMA), son conocidas abortistas. Susan J. Lee es una estudiante de medicina y ex empleada de NARAL (una conocida organización abortista nacional de Estados Unidos) y la otra, Eleanor A. Drey, es una doctora en medicina que dirige una clínica abortista en San Francisco. Además pertenece al staff del Centro de Investigación y Política de Salud Reproductiva, un centro abortista y anti-vida de la Universidad de California-San Francisco.
Marie McCullough del Philadelphia Inquirer, escribió un artículo en el que explica que este discutido estudio de siete páginas no menciona la procedencia de las dos abortistas. McCullough explica que la editora del JAMA, Catherine D. DeAngelis, manifestó no conocer estos datos y teme que se dañe la credibilidad de la publicación. “Es la primera vez escucho esto. Les pedimos revelar cualquier conflicto de intereses”, indicó.
La escritora del Philadelphia Inquirer explicó que es difícil precisar si los no nacidos sienten dolor o no porque esto implica procesos físicos y mentales. Cita al médico anestesista Sanjay Gupta, director del Instituto Atlántico de Dolor y Bienestar en el Lankenau Hospital, quien afirmó que “hasta 1987 la comunidad médica pensaba que los recién nacidos no sienten dolor. Hemos realizado circuncisiones y cirugías cardíacas sin anestesia”.
Sin embargo, los autores de la controvertida investigación pretenden despejar cualquier duda y concluyen tajantemente que el no nacido solo siente dolor a partir de las 29 o 30 semanas de gestación, cuando las fibras nerviosas que transmiten el dolor al cerebro están totalmente conectadas a la médula espinal.
Sin embargo, para Michael Benetar, un bioeticista de la Emory University, cualquier juicio sobre el dolor fetal “tendrá que inferirse a partir de la evidencia y no a partir de la experiencia subjetiva”, dado que nadie recuerda haber sido un feto.