VATICANO,
Mons. Celestino Migliore, Observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de Naciones Unidas, señaló que la cooperación internacional que respondió a las víctimas del tsunami que arrasó la costa asiática el 26 de diciembre de 2004 no debe detenerse.
Durante la sesión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, que dedicó una sesión a las “Ayudas especiales económicas, humanitarias y en caso de catástrofe”, Mons. Migliore recordó la prontitud con que la Santa Sede, poco después del tsunami, recaudó 4 millones de dólares destinados a ayuda de emergencia y la rapidez de los organismos católicos para volcarse en la reconstrucción de viviendas y escuelas en las naciones afectadas.
“Se calcula que los organismos relacionados con la Santa Sede recaudaron 650 millones para ayudar a las poblaciones víctimas del tsunami”, señaló.
El Nuncio explicó que estos fondos “se destinaron en primer lugar a las necesidades más urgentes: agua potable, alimentos, cobijo, ropa”. “Los refugiados, los desplazados internos y las mujeres y los niños expuestos al tráfico y a la explotación de seres humanos fueron los primeros en recibir ayuda. Tras la fase de emergencia comenzaron los proyectos de reconstrucción y rehabilitación: construcción de viviendas, escuelas y hospitales, dotación de enseres agrícolas y de pesca”, agregó.
Después, subrayando la importancia de la ayuda espiritual y religiosa afirmó que “en toda circunstancia debemos respetar las diferencias religiosas y culturales y trabajar amistosamente para infundir más confianza entre los creyentes, con independencia de su fe, y los no creyentes”.
“La cooperación interreligiosa –destacó Mons. Migliore– y las iniciativas de construcción de la paz siguen siendo un elemento importante de la misión de la Iglesia en esa región”.