VATICANO,
En el marco de su primer viaje apostólico fuera de Roma, el Papa Benedicto XVI clausuró en Bari (Italia) el XXIV Congreso Eucarístico destacando la centralidad del domingo, día en que por la Eucaristía Cristo mismo nos concede las fuerzas para afrontar las dificultades cotidianas.
Al inicio de su homilía el Santo Padre recordó a los presentes el motivo del Congreso: “Nos hemos reunido para alabar y bendecir al Señor”. Continuó afirmando la voluntad de “rendir homenaje a Cristo en el Sacramento de su amor, y reforzar al mismo tiempo los vínculos de comunión que me relacionan a la Iglesia que está en Italia y a sus Pastores”.
Asimismo recordó a su predecesor, el difunto Pontífice Juan Pablo II, diciendo que “sentimos que él está cerca de nosotros y con nosotros glorifica a Cristo, buen Pastor, a quien él puede ya contemplar directamente”. Tras dirigir un saludo a las autoridades eclesiales y civiles ahí presentes, realidad que para el Santo Padre evidencia “como los Congresos Eucarísticos son parte de la historia y de la cultura del pueblo italiano”, definió el domingo como “Pascua semanal”, aclarando que se trata de la “expresión de la identidad de la comunidad cristiana y centro de su vida y de su misión”.
Tras recordar la historia de 49 mártires de la Eucaristía en el año 304, afirmó que “tampoco para nosotros es fácil vivir como cristianos. Desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que nos encontramos, marcado frecuentemente por el comunismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por un secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto”. Seguidamente, tomando el Evangelio de hoy, recordó que el Señor Jesús “aludiendo a la Eucaristía ha dicho: ‘Este es el pan bajado del cielo: no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre’. El Hijo de Dios, habiéndose hecho carne, podía hacerse Pan, y ser así alimento de su pueblo en camino hacia la tierra prometida del Cielo”.
“Tenemos necesidad de este Pan- resaltó el Santo Padre- para afrontar las fatigas del viaje. El Domingo, Día del Señor, es la ocasión propicia para tomar fuerza de Él, que es el Señor de la vida. Participar en la Celebración dominical y alimentarse del Pan eucarístico es una necesidad para el cristiano, que puede así encontrar la energía necesaria para el camino por recorrer”. Y refiriéndose al camino que “indica Dios mediante su Ley” afirmó que “va en la dirección inscrita en la esencia misma del hombre. Seguirlo significa para el hombre realizarse; perderla equivale a perderse”.
Durante sus palabras el Papa recordó también el testimonio de San Agustín, quien siendo de formación platónica no pudo concebir en un primer momento “la dimensión encarnada del cristianismo” y que solo en un segundo momento pudo comprender que “en la Eucaristía Cristo está realmente presente entre nosotros. La suya no es una presencia estática. Es una presencia dinámica que nos aferra a hacernos suyos, para asimilarnos a sí. El centro es Cristo que nos aproxima a sí, nos hace salir de nosotros mismos para hacer de nosotros una sola cosa con Él”.