VATICANO,
En palabras dirigidas a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro con ocasión de la audiencia general de los miércoles, el Santo Padre recordó que si bien Dios es distinto de todas sus criaturas en cuanto a la grandeza, permanece siempre cercano, y en modo particular con todos aquellos que sufren.
El día de hoy, su santidad Benedicto XVI dio su catequesis comentando el salmo 112 titulado “Adorad el nombre del Señor”. Al inicio de su discurso recordó el contexto histórico del origen del salmo afirmando que “la tradición judía había relacionado esta serie de Salmos –del 112 al 117– con la Liturgia Pascual” dado que “exalta la liberación de la esclavitud del faraón y el gozo de Israel por servir al Señor en libertad en la tierra prometida. La celebración de aquel evento, según sus dimensiones histórico-sociales y sobre todo espirituales, era experimentada como un signo de liberación del mal en la multiplicidad de sus manifestaciones”. Se trata, justamente, de un salmo que se encuentra “atravesado por sentimientos de confianza, de adoración, de gozo”.
El Santo Padre indicó que la primera parte del salmo “exalta el nombre del Señor, su presencia viva y operante en la historia humana”. Y que la triple invocación del nombre del Señor significa que “todo el ser y todo el tiempo es involucrado en una única acción de gracias”.
Al comentar la segunda parte, afirmó que el salmista “celebra la trascendencia del Señor, descrita con imágenes verticales que superan el simple horizonte humano”. Asimismo “la mirada divina se dirige a toda la realidad, sobre los seres terrenos y sobre aquellos celestes”.
Sobre el último movimiento del salmo manifestó que “dirige la atención desde las alturas celestes a nuestro horizonte terreno. El Señor se abaja con prisa hacia nuestra pequeñez e indigencia. Un Dios muy distinto a nosotros en su grandeza, pero al mismo tiempo muy cercano, especialmente con los que sufren. Con su presencia amorosa y su compromiso eficaz con nuestra debilidad: ‘levanta el polvo del desvalido, alza de la basura al pobre’”.
“Estas palabras –prosiguió– prefiguran las de la Virgen María en el Magnificat, quien con más radicalidad que el Salmo, proclamará que Dios ‘derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes’”.