VATICANO,
Ante centenares de miles de fieles y bajo una fresca y agradable mañana romana, el Papa Benedicto XVI inauguró su pontificado expresando su confianza en la gracia de Dios y la oración de los fieles, y proclamando que la Iglesia está viva y es joven.
Tras recordar el cónclave, y luego de evocar con afecto y nostalgia la figura del Papa Juan Pablo II, el Santo Padre preguntó “¿cómo 115 Obispos, procedentes de todas las culturas y países, podían encontrar a quien Dios quería otorgar la misión de atar y desatar? Una vez más, lo sabíamos; sabíamos que no estamos solos, que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios”.
“Y ahora –continuó-, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana”. “¿Cómo puedo hacerlo?”, preguntó.
Sin embargo, señaló que “También en mí se reaviva esta conciencia: no estoy solo. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra oración, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza”.
“En efecto –agregó el Santo Padre-, a la comunidad de los santos no pertenecen sólo las grandes figuras que nos han precedido y cuyos nombres conocemos. Todo nosotros somos la comunidad de los santos”.
“Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días”; dijo Benedicto XVI. “Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo”, subrayó.