VATICANO,
Al presidir esta mañana en la Basílica de San Pedro la Misa Pro Eligendo Pontifice, el Cardenal Decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, denunció la “dictadura del relativismo” que no reconoce nada como definitivo y recordó que para la Iglesia, Cristo es la medida del verdadero humanismo. Una fe “adulta” no es la que “sigue las olas de la moda” sino la que está “profundamente radicada en la amistad de Cristo”, dijo.
“Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, viene constantemente etiquetado como fundamentalismo. Mientras el relativismo, es decir el dejarse llevar ‘de aquí hacia allá por cualquier tipo de doctrina’, aparece como la única aproximación a la altura de los tiempos hodiernos. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus ganas”, dijo el Purpurado ante numerosos cardenales electores y no electores y miles de fieles que participaron en la celebración.
En cambio, precisó el Cardenal Ratzinger, nosotros “tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Es Él la medida del verdadero humanismo. “Adulta” no es la fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es la fe profundamente radicada en la amistad con Cristo”.
El Cardenal hizo esta reflexión tras constatar las olas de las corrientes ideologías y modos de pensar de las últimas décadas por las que “la pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido no raramente agitada” e, incluso, “botada de un extremo al otro”.
“Del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo y así en adelante. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza cuanto dice San Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a arrastrar hacia el error”, añadió.
Al proponer a Cristo como medida de lo humano, el Purpurado alemán explicó que en Él “coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad sería como ‘un címbalo que tintinea’”.