Probablemente esté lejos de Roma, pero la polaca Mary Romanowski se descubre hermanada en el dolor con Juan Pablo II.
Mientras dura la hospitalización del Pontífice, Romanowski de 90 años, que sufre de artritis severa, ofrece el rezo del Rosario por él. Sentada en su sala, en su casa en Port Richmond, le narra al enviado del diario Philadelphia Enquirer sus más profundos deseos interpretados por su hija y compañera en la oración, Theresa.
"Cuando ella se siente peor, porque tiene días buenos y días malos, siempre piensa en él (el Papa) cargando su cruz; y ella quiere cargar su cruz con él”, comenta Theresa y añade “mi madre desea que parte de su dolor (del Santo Padre) se lo transmita a ella”.
Mary y Theresa Romanowski ofrecen sus oraciones cotidianas en una casa llena de recuerdos del Santo Padre. El recuerdo más importante es una foto de Theresa besando el anillo del Papa. Fue tomada en 1999 en una visita a Polonia cuando Juan Pablo II le regaló un juego de cuentas para hacer rosarios. Han estado uniendo las cuentas para rezar por el Papa. "Siempre tengo un sentimiento positivo en cuanto a su recuperación. No se va a abandonar fácilmente”, indica Theresa de 64 años y agrega “por esa razón apareció en la ventana del hospital el otro día, para mostrarnos que él está ahí y no nos deja”.
Ed Daniel de 70 años, católico de Fishtown que cojea por un mal en la cadera, se renueva con el mensaje del Papa y señala que “así como Cristo murió en la cruz, él (el Papa) está haciendo lo mismo. Eso significa mucho para nosotros porque a todos nos toca sufrir, de una u otra manera”.
El sufrimiento del Santo Padre hace que Josephine Nowak llore afligidamente. Viuda, de 95 años, confinada a una silla de ruedas; reza por el Pontífice todos los días en la iglesia y en la sala de su casa en donde tiene un retrato de él. "Rezo para que viva mucho tiempo, aunque está enfermo, muy enfermo”, afirma.