MADRID,
En una alentadora entrevista publicada por el diario La Razón, el campeón paralímpico de boccia, José Javier Curto –que padece parálisis cerebral– compartió su experiencia de fe luego de ganar una medalla de oro y dos de plata en las últimas Paralimpiadas de Atenas 2004. Está convencido de que “un cristiano sin cruz no puede ser santo”.
Curto recordó que “el primer día que salí a la calle con la intención de llevar las medallas a la Basílica y ofrecérselas a la Virgen… bueno, ¡pues tardé una hora! Me paraba la gente, me saludaban, me felicitaban... Yo decía: ¿y éste quién es? Luego me enteré de la repercusión que tuvo a nivel local el logro de Atenas. Pero si es que yo no lo merezco, no van conmigo estas cosas”.
El atleta recordó que no podía creer que había ganado la medalla de oro. “Miré al cielo y dije lo mismo que hace diez años, cuando gané el campeonato del mundo: ’¡A mayor gloria de Dios!’. Y empecé a tirar besos al aire. Entonces, un compañero de la selección española me preguntó: ‘Oye, ¿por qué tantos besos al cielo? ¿Por los niños?’ (Unos niños que habían muerto esos días en accidente de tráfico camino del estadio). ‘No. Bueno... en parte también, pero son para el Señor’. ‘¿El Señor de qué?’, me decía. ‘Ah, perdona, es que como estoy habituado a hablar así…’, le expliqué. El triunfo se lo debo a Él”.
José Javier lleva once años en una silla de ruedas. Sufre una parálisis cerebral de nacimiento que se complicó en 1985, cuando se le asoció una distonía muscular progresiva. ”Desde entonces hasta 1993 fui progresivamente acusando una falta de control sobre mis músculos, sobre todo el tronco y la cabeza. Fue muy fuerte, un golpe muy duro. Algunos amigos me dieron de lado. Esas cosas yo no las entiendo. Sólo las puede entender el Señor”, explicó.
Curto lamentó que en el tema de la eutanasia no se escuchen todas las voces. Hace un año lo invitaron a un programa de la televisión para hablar sobre esta práctica y como dijo que estaba en contra, no lo dejaron hablar. “Y encima la presentadora tomó partido a favor!”, recordó y precisó que “esta vida no es nuestra, pertenece a Dios y a él tenemos que dársela. Con sufrimiento, sin sufrimiento, como sea”.
Para el atleta, la fe ha sido clave en su vida personal y deportiva. “Cuando corría, siempre rezaba antes de las carreras. Y si ganaba, ofrecía los trofeos a la Virgen. Los compañeros me llamaban ’el capillitas‘... Cuando me quedé en silla de ruedas, sufrí un golpe muy duro. Me preguntaba: ‘¿Por qué el Señor me habrá castigado con esto?’. La fe es un don, es verdad, pero es algo que hay que alimentar”, agregó.