QUITO,
En los últimos fines de semana, parroquias de todo el país distribuyeron entre los feligreses una carta del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) en la que se advierte que la ciencia no ha descartado el mecanismo abortivo de la llamada píldora del día siguiente (PDS).
En la carta, los obispos recuerdan que serios estudios médicos y científicos respaldan a la Iglesia cuando “sostiene que la vida humana comienza desde el momento en que el óvulo es fecundado: es allí cuando empieza la vida de un nuevo ser humano. El respeto a la vida no admite discriminación alguna, pues no hay vidas que sí son respetables y otras que no merecen respeto alguno”.
Asimismo, sostienen que “la investigación médico científica debe probar que la ‘píldora del día después’ no impide la anidación, en el útero materno, del óvulo fecundado, es decir, probar que no elimina una vida humana. A esta evidencia no han llegado los estudios científicos; y puede ser que no lleguen nunca”.
“Los datos médicos y biológicos existentes proceden en su mayoría de investigadores con fuerte sesgo favorable a la contraconcepción en todas sus formas. Sin embargo, los laboratorios que comercializan la PDS ya informan que uno de sus efectos puede ser el de impedir la anidación del óvulo fecundado en el útero materno, produciéndose así la eliminación de una vida humana”, denunciaron.
Según los obispos “existe evidencia científica suficiente para afirmar –a partir de los datos hoy disponibles– que la PDS tiene efectos abortivos. Siendo así, estaríamos frente a una realidad a la que hay que llamarla por su nombre, más allá de sutilezas seudo científicas y de manipulación de las palabras: simplemente se llama aborto. Quienes hablan de ‘evitar un embarazo no deseado’ deberían decir claramente que en realidad se trata de interrumpir un embarazo ya iniciado”.
En este sentido, advirtieron que “no faltan quienes, envueltos en aires de falsa modernidad, llegan a proclamar el aborto como un derecho de la mujer a tomar decisiones sobre su propio cuerpo. Nada más falso, puesto que el ejercicio de la propia libertad tiene un límite infranqueable: el derecho a la vida de los demás. El nuevo ser concebido ya no es ‘su cuerpo’: es una vida nueva, distinta a la de la mujer que la concibió; y nadie puede disponer de esa nueva vida”.