VATICANO,
Durante la celebración eucarística que presidió con ocasión del 150 aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, el Papa Juan Pablo II consagró a la Iglesia a la Santa Virgen María.
Al referirse durante la homilía al misterio de la Inmaculada Concepción de María, el Papa dijo que se trata de un “misterio que no cesa de llamar a la contemplación de los creyentes y que inspira la reflexión de los teólogos,... siendo esta doctrina presupuesto para que acogiese en su vientre virginal al Verbo de Dios encarnado, Salvador del género humano”.
El Pontífice agregó que “la predestinación de María, como la de cada uno de nosotros, es relativa a la predestinación del Hijo. Cristo es aquella ‘estirpe’ que habría ‘aplastado la cabeza’ de la antigua serpiente, según el Libro del Génesis; es el Cordero ‘sin mancha’, inmolado para redimir a la humanidad del pecado”.
Juan Pablo II hizo notar también la relación entre el misterio de la Inmaculada Concepción y el dogma trinitario, afirmando que “obra sublime de la Santísima Trinidad es la Inmaculada Concepción de la Madre del Redentor”.
Más adelante añadió que “el ‘sí’ de la Virgen ante el anuncio del Ángel se coloca en lo concreto de nuestra condición terrena, en un humilde obsequio a la voluntad divina por salvar la humanidad no de la historia sino en la historia”.
“En efecto –continuó- , preservada inmune de toda mancha de pecado original, la ‘nueva Eva’ ha beneficiado en modo singular la obra de Cristo como perfectísimo Mediador y Redentor. Redimida primero por su Hijo, partícipe en plenitud de su santidad, Ella es ya aquello que toda la Iglesia desea y espera ser.”