LIMA,
El Arzobispo Estanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, señaló esta semana durante la II Asamblea del Movimiento de Vida Cristiana (MVC), que la Iglesia necesita del radicalismo evangélico al inicio de este Tercer Milenio.
Mons. Rylko, que viajó a la capital peruana para reunirse con los delegados que participan de la reunión plenaria del movimiento fundado por el laico peruano D. Luis Fernando Figari, señaló que “la Iglesia ha entrado en este nuevo milenio con la conciencia de la gravedad de los problemas y desafíos que la esperan pero también llena de esperanza”. El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos señaló que recordó las palabras del Papa Juan Pablo II: “uno de los dones del Espíritu Santo a nuestro tiempo es ciertamente el florecimiento de los movimientos eclesiales que desde el inicio de mi pontificado vengo señalando como motivo de esperanza para la Iglesia”.
Mons. Rylko destacó que “el Papa hoy nos invita a una Nueva Evangelización”, porque “el carácter inédito de la situación actual, los cambios que vive el mundo presente, el proceso galopante de secularización, la indiferencia religiosa, el relativismo moral y religioso, la invasión de las sectas y los fenómenos para-religiosos como el ocultismo, la magia, requieren esa novedad en el modo de evangelizar”.
Según el Prelado, “hoy es imposible hablar de Nueva Evangelización sin hacer referencia a los movimientos eclesiales”. “Ya siendo Obispo de Cracovia, Juan Pablo II descubrió esa enorme potencialidad evangelizadora de los movimientos y lo sigue haciendo ahora como Papa, el no solo los impulsa, sostiene y promueve en la Iglesia sino que al mismo tiempo es muy exigente con ellos y les traza metas muy altas”.
Según el Prelado polaco, “hoy más que nunca la tarea más urgente la constituye la formación cristiana de los fieles laicos, se trata de una formación que parte de una profunda conversión de corazón, al inicio hay siempre un encuentro personal con Cristo que entra en la vida de una persona y la cambia en profundidad, en la vida de los miembros de cada movimiento, en vuestra vida, hay siempre también un antes y un después”.
La formación cristiana, agregó Mons. Rylko “debe tener siempre un fuerte valor misionero, pues la vocación cristiana es por su propia naturaleza vocación al apostolado. He aquí porque la madurez eclesial de los movimientos encuentra su expresión plena en la labor evangelizadora”.