“El Papa Francisco era un hombre valiente. Siempre buscó la paz. Miraba a todo el mundo con los mismos ojos, ya fueras blanco o negro, no le importara tu religión o lo que ponía en tu pasaporte. Quería ayudar a todas las personas”, asegura Imán Nader todavía impactada por haber vivido en las primeras filas de la Plaza de San Pedro el funeral del hombre que le cambió la vida.
Además de las más de 140 delegaciones internacionales que participaron en la solemne celebración de la Misa de exequias del Papa Francisco, en las primeras filas también tomaron asiento un grupo de personas sin techo y varias familias de inmigrantes. En total, 40 personas que, durante estos 12 años de pontificado, han experimentado de cerca la ternura del Pontífice.
Entre ellas estaba esta joven kurda, de 31 años, junto a sus cuatro hijos y su marido, que tuvieron que huir de Irak ante el avance de la violencia iracunda del Estado Islámico y el hartazgo por la falta de servicios mínimos y oportunidades para el futuro.
Pero su intento por llegar a Europa se quedó anclado en Chipre, donde pasó atrapada con su familia, en un campo de refugiados plantado en un descampado de barro, más de dos años. Entonces conoció al Pontífice, durante el viaje apostólico que realizó a este país en 2021.
“Nos salvó”, desliza tras constatar las terribles condiciones de vida que padecían en el campo de refugiados sin agua potable, ni comida y malviviendo en una tienda de campaña con el techo de plástico que apenas los resguardaba de la lluvia.