En las interminables filas de peregrinos que quieren dar el último adiós al Papa Francisco, cuyo féretro ya reposa abierto en la Basílica de San Pedro, afloran, sobre todo, sentimientos como la pesadumbre, la conmoción y la tristeza.
“Dios se lo ha llevado demasiado pronto”, asegura Carmina que había venido a Roma desde el sur de Italia para las celebraciones litúrgicas de Semana Santa y que, tras la noticia de su muerte, decidió alargar su estancia.
“No quería irme sin verle por última vez. Estuve aquí el domingo y lo vi pasar de lejos, no me puedo creer que ya no esté”, asegura a ACI Prensa mientras se protege del sol con un paraguas.
En la plaza de San Pedro siguen en su sitio las miles de sillas que se habían colocado para seguir la misa del Domingo de Pascua, una de las celebraciones más importantes para los cristianos, y que ahora servirán para acoger a las decenas de miles de personas que se espera participen en el funeral del Pontífice que celebrará el Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin.
“Por aquí recorrió la plaza a bordo del papamóvil. Parece como si hubiera querido despedirse”, señala.