La Iglesia Católica cuenta con una serie de costumbres y tradiciones históricas para el manejo de los restos mortales de un papa, desde el momento de su muerte hasta su entierro.
Algunas de estas prácticas han caído en desuso —como golpear al papa tres veces con un martillo para confirmar su fallecimiento— o han sido eliminadas a lo largo del tiempo mediante diversas reformas papales.
Recientemente, el Papa Francisco introdujo varios cambios en el proceso funerario, recogidos en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis de 1998, el libro litúrgico que regula los ritos fúnebres de los pontífices. Según el maestro de ceremonias papales, Mons. Diego Ravelli, la nueva edición, publicada en 2024, fue solicitada por Francisco con el objetivo de “simplificar y adaptar algunos ritos para que la celebración de las exequias del obispo de Roma exprese mejor la fe de la Iglesia en Cristo resucitado, pastor eterno”.
El Ordo Exsequiarum divide el proceso en tres etapas, conocidas como “estaciones”.
Primera estación
Tras el fallecimiento del papa, el director de los servicios de salud del Vaticano —actualmente el doctor Andrea Arcangeli— examina el cuerpo y expide el certificado de defunción. Además, se encarga de preservar el cadáver adecuadamente para que pueda ser expuesto al público “con el mayor decoro y respeto”.