La Iglesia Católica ha fijado algunos días y tiempos litúrgicos con el fin de que los fieles estén unidos en una celebración común de la penitencia. Entre ellos resaltan el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, en los que —además de la oración y la caridad— se nos pide guardar ayuno y abstinencia.
De acuerdo al Código de Derecho Canónico, en su numeral 1249, todos los viernes del año son días obligatorios de abstinencia, “a no ser que coincidan con una solemnidad”. Para los fieles de rito latino, las normas sobre la abstinencia de carne son obligatorias a partir de los 14 años, mientras que las normas sobre el ayuno son obligatorias desde los 18 hasta los 59 años.
Estas prácticas penitenciales no son meros rituales vacíos, sino que son parte constitutiva del arrepentimiento, de apartarse del pecado y volver a Dios con una verdadera conversión interior. En 1966, el Papa San Pablo VI publicó la Constitución apostólica Paenitemini, con la que reformó las estrictas normas que regían el ayuno y la abstinencia hasta entonces.
El Santo Padre recordó que la Iglesia Católica ha promovido la mortificación corporal a lo largo de los siglos, como una manera de que el hombre reconozca “la santidad y majestad divina” y considere la fragilidad de su propia naturaleza. El ayuno y la abstinencia liberan al hombre, “que con frecuencia se encuentra, por causa de la concupiscencia desordenada, como encadenado por la parte sensitiva de su ser”.
“Por medio del ayuno corporal el hombre adquiere vigor y, esforzado por la saludable templanza cuaresmal, restaña la herida que en nuestra naturaleza humana había causado el desorden", escribe San Pablo VI.
A días del Viernes Santo, muchos católicos se preguntan qué se considera “carne” dentro de la abstinencia en la Iglesia Católica.