En la noche del Domingo de Ramos, un solemne silencio inundó las estrechas calles del centro de Sevilla al paso del Santísimo Cristo del Amor, una de las imágenes más características de las procesiones de Semana Santa.
En este gran espectáculo de piedad popular en el que conviven el arte y la devoción, una gran multitud de fieles acompañó con fervor al Cristo crucificado, una talla del siglo XVII obra del arquitecto y escultor Juan de Mesa.
Entre los candelabros dorados flanqueados por ángeles y el llamativo montículo de flores rojas, se divisa a los pies de Jesús una curiosa imagen: la de un pelícano que alimenta a sus tres crías con la sangre de su propio corazón.

La escultura de este pelícano que se abre el pecho con el pico mientras envuelve con las alas a sus crías es de 1694 y es obra del arquitecto Francisco Antonio Ruiz Gijón.