La Pascua es la celebración central del cristianismo, pero, paradójicamente, no todas las confesiones cristianas la conmemoran el mismo día. La diferencia de fechas se debe principalmente a cuestiones astronómicas y de calendario que han evolucionado a lo largo de la historia.
Según explica la priora del Monasterio de la Conversión de las Hermanas Agustinas de Madrid, Carolina Blázquez, “la Pascua cristiana se celebra en relación con la Pascua judía”, ya que la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús ocurrieron históricamente en esa festividad. La Pascua judía tiene lugar el 14 de Nisán, un mes del calendario hebreo que sigue un ciclo lunar y cuya fecha varía entre marzo y abril.
Para calcular la fecha de la Pascua cristiana, los primeros cristianos intentaron determinar el equinoccio de primavera, estableciendo como referencia el 21 de marzo. Sin embargo, “esto no siempre se corresponde con la realidad astronómica, ya que varía algunos días”, explica Blázquez. Esta incertidumbre llevó a que hayan existido tradicionalmente dos criterios para fijar la fecha de la Pascua, lo que generó discrepancias entre las distintas tradiciones cristianas.
El cisma del calendario
El Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, intentó unificar con un único criterio el cálculo de la fecha pascual, estableciendo el domingo posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera.
Ese primer concilio ecuménico, es decir la primera reunión de obispos cristianos celebrada en Nicea (hoy İznik, en Turquía), también puso las bases para llegar a un consenso en la Iglesia a través de una asamblea que representara a toda la cristiandad. Además “se llegó a un acuerdo común y durante 1.300 años se celebró la Pascua de forma conjunta”.