“No tengo miedo a la muerte”: Sacerdote secuestrado se salvó gracias a la Virgen del Perpetuo Socorro

Sacerdote secuestro Nigeria El P. Isaac Agabi./ Crédito: Diócesis de Auchi.

El P. Isaac Agabi, miembro del clero de la diócesis católica nigeriana de Auchi, que fue secuestrado junto a un seminarista el Domingo de la Santísima Trinidad de 2020, ha relatado su experiencia como secuestrado, atribuyendo su exitosa huida a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

El 29 de marzo, en una entrevista con ACI África —agencia de noticias de EWTN para el continente africano—, después de las protestas pacíficas promovidas por la Diócesis de Auchi contra el secuestro y el asesinato en Nigeria, el P. Agabi sugirió que los Seminarios Mayores del país consideren orientar a los seminaristas en tácticas de supervivencia y en la gestión de crisis.

“Vi a un grupo de chicos corriendo hacia mi auto. Al principio, no me di cuenta de que estaban armados, pero cuando vi las armas, supe que estábamos en problemas”, recordó el P. Agabi sobre los acontecimientos del 7 de junio de 2020. Ese día, junto con el entonces seminarista Justice Chidi Mbonu, ordenado sacerdote el 29 de octubre de 2022, fueron emboscados por pastores fulani, mientras viajaban por el estado de Edo.

“Forzaron el auto, me sacaron a rastras e inmediatamente empezaron a golpearme. Me levantaron y me tiraron al suelo. Utilizaron madera para golpearme repetidamente. En un minuto me habían convertido en basura”, añadió el sacerdote.

Mientras los secuestradores le agredían, el P. Agabi suplicaba preguntándoles qué había hecho para merecer semejante trato.

“Me dijeron que era su enemigo. Me acusaron a mí y a otros de matar a su gente. Dijeron que me matarían”, recuerda el párroco de la Iglesia de San Jerónimo, ubicada en Irekpai, Uzairue, estado de Edo.

Junto con el seminarista Justice, fueron conducidos al bosque, donde sus captores continuaron maltratándolos.

El P. Agabi recuerda que lo despojaron de su alba, su estola y todo lo que llevaba puesto, excepto su rosario. Luego lo obligaron a llevar su alba bajo el brazo.

Ya en cautiverio, los secuestradores exigieron un rescate de 100 millones de nairas (unos 65.000 dólares estadounidenses).

“Me preguntaron a quién podía llamar y les dije que al obispo. Los secuestradores hablaron con él, pero el obispo les dijo que la Iglesia no tenía dinero para pagar”, comentó el sacerdote nigeriano, añadiendo que el obispo Gabriel Ghiakhomo Dunia “enfureció a los secuestradores, que intensificaron sus ataques”.

El P. Agabi se dio cuenta de que su supervivencia dependía de dar a los secuestradores alguna esperanza de que se estaba negociando el rescate.

“Supliqué al obispo y a otros sacerdotes con los que me puse en contacto que al menos fingieran negociar con ellos. Sabía que eran capaces de matarnos en cualquier momento y necesitábamos ganar tiempo”, declaró a ACI África en la entrevista del 29 de marzo.

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A medida que pasaban los días, la brutalidad de los captores continuaba. Según relató el sacerdote: “Nos ataban, nos tapaban la cara y amenazaban con matarnos. Nos llevaron a un pozo profundo, diciendo que arrojarían allí nuestros cuerpos después de matarnos”.

Entonces, el P. Agabi recordó un giro inesperado de los acontecimientos que, según él, les dio la oportunidad de escapar. Una noche, dos de los secuestradores salieron a comprar comida, pero nunca regresaron. Esto creó confusión entre los demás secuestradores.

“Soy devoto de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; hice una devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro. Así fue, porque durante todo mi periplo con aquellos secuestradores, siempre estuve invocando la salvación de la Madre del Perpetuo Socorro», relató.

“Aquel domingo era el Domingo de la Santísima Trinidad”, recuerda el P. Agabi, refiriéndose al día en que fueron secuestrados, y recordando además su entrega a la voluntad de Dios: ser ejecutado o sobrevivir para contar la historia. Dice haber rezado así: “Dios, si es tu voluntad que sobreviva, haz que suceda, pero si no que se haga tu voluntad; entrego mi vida en tus manos, Señor”.

“Hacia la medianoche, algunos empezaron a dormirse. Esa fue nuestra oportunidad. El seminarista y yo corrimos hacia el monte y seguimos corriendo. Corrimos durante horas en total oscuridad, sin saber adónde íbamos”, cuenta el P. Agabi.

La fuga fue un éxito, dijo a ACI África, recordando los acontecimientos del 9 de junio de 2020, cuando él y el seminarista Justice finalmente recuperaron su libertad.

Describió la huida como un milagro, añadiendo que la experiencia fue traumática, dejándole cicatrices hasta la fecha. Casi cinco años después del cautiverio, el P. Agabi sigue luchando contra los efectos psicológicos de la terrible experiencia.

“Desde entonces, no he vuelto a ser el mismo. Si veo a un fulani o si conduzco por una carretera solitaria, el miedo se apodera de mí. No creo que nadie que haya vivido esto pueda volver a ser normal”, afirmó.

Aunque la experiencia del miedo es real, el secuestro ha reforzado su determinación, aseguró el sacerdote nigeriano de 46 años. Y sentenció: “Ya no tengo miedo de nada; no tengo miedo a la muerte”.

“Aunque ahora me digan que quieren matarme y me apunten con una pistola, no les seguiré; no iré”, agregó. El P. Agabi dijo que si hubiera sabido que iba a ser sometido a la tortura que sufrió, “es mejor que mueras, a que experimentes eso”.

El P. Agabi lamentó la falta de apoyo psicoespiritual: “Nadie me ha llamado nunca para preguntarme cómo lo estoy llevando o si necesito ayuda. Sólo intento vivir con el trauma”.

En su opinión, la Iglesia y los organismos de seguridad deben hacer más para proteger a los sacerdotes, que se están convirtiendo cada vez más en objetivos. “Los secuestros no cesan. Incluso se han llevado a un sacerdote de su propio apartamento. Esto significa que no estamos seguros en ningún sitio”, afirmó.

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Y añadió: “Tenemos que aprender a reaccionar ante estas situaciones. ¿Qué debemos hacer cuando los asaltantes irrumpen en nuestras casas? ¿Cómo escapar? ¿Cómo nos protegemos?”.

El P. Agabi, sacerdote desde hace 15 años, propuso organizar retiros espirituales en los que se forme al clero en gestión de crisis, defensa personal y tácticas de supervivencia.

“No rezamos para que ocurran cosas malas, pero si ocurren, debemos saber qué hacer para defendernos como sacerdotes”, afirmó.

El P. Agabi instó a otros sacerdotes que se enfrentan a amenazas similares a no perder la fe. “No se rindan. Miren a Dios, el mismo Dios que me salvó. Si estamos vivos después de semejantes experiencias, significa que Dios aún tiene un propósito para nosotros”, comentó.

“Esos hombres tuvieron todas las oportunidades para matarme, pero Dios no lo permitió. Eso significa que mi misión aún no ha terminado aquí en la tierra, y esta es una segunda oportunidad para servir a Dios aún mejor de lo que lo había hecho antes de ser secuestrado”, dijo el P. Agabi.


Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en ACI África.

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