En el llamado “domingo de la alegría”, una fecha que la Iglesia dispone en Cuaresma para poder vivir el anticipo de la alegría pascual, el Cardenal Ángel Rossi, Arzobispo de Córdoba (Argentina), reflexionó sobre el Evangelio en que Jesús narra la parábola del Hijo Pródigo o del Padre Misericordioso.
En su homilía, el purpurado mencionó que la liturgia del día presenta una “doble fiesta”. Por un lado, “la fiesta del pueblo de Israel que después de 40 años entra en la tierra prometida” y, en el Evangelio, “la fiesta que el padre hace del hijo pródigo que ha vuelto a casa”.
Al referirse al pueblo de Israel, el Cardenal Rossi recordó que “mientras iban caminando por el desierto, aunque iban hacia la tierra prometida, a la liberación, a veces la tentación es volver la vista atrás y añorar ajos y cebollas, olvidándose que era vianda de esclavitud, que hay que dejar los ajos y cebollas, el alimento de esclavitud, y aspirar a los alimentos de la tierra prometida”.
“No basta con salir, hay que llegar. No basta huir de algo sino que es animarse a dirigirse hacia algo y sobre todo hacia alguien”, afirmó.
Luego se refirió al “segundo éxodo”, el del hijo pródigo, que va “de la esclavitud —dicho en criollo— del chiquero, como símbolo de pecado, del país lejano dice el Evangelio, a la casa del padre. Una peregrinación, un ‘pegar la vuelta’ interesante”.
“Este caradura le pide en vida su parte y se va, digamos así, a una vida desordenada, y toca fondo, hasta el punto que llega a envidiar a los cerdos. Lo mandaron a laburar a un chiquero”, señaló.