Cuando a los 18 años Fernando Gutiérrez decidió “encerrar su fe en un cajón” para, según creía, disfrutar y entregar su juventud a la fiesta y las drogas, jamás hubiera imaginado el plan que Dios tenía para él.
Recién llegado a Roma caminando desde España rumbo a Belén, con los pies agrietados y enfundados en sandalias de peregrino, el misionero español recorre con rostro cansado pero mirada brillante sus últimos años, reflejo de una vida ofrecida enteramente a la voluntad de Dios.
Aquel vacío de su juventud fue desvaneciéndose al ser testigo “del Evangelio en carne viva” y de la misericordia infinita de Dios en los rostros de los más débiles durante sus años como periodista en Melilla para Popular TV, y su experiencia como corresponsal en la guerra de Gaza. Desde entonces, la Providencia fue tejiendo su camino y juntando las piezas de un puzzle aún sin acabar.