Pescador peruano que estuvo 95 días náufrago en alta mar cuenta su milagroso rescate

“Quiero que todo el mundo sepa que Dios es grande. Dios es hermoso. Dios quiere que todos oremos, que tengamos amor en nuestro corazón, que nos ayudemos entre nosotros”, es el deseo de Máximo Napa Castro —conocido como “Gatón”—, un pescador peruano que nunca perdió la fe y que estuvo varado en altamar durante 95 días, hasta que fue finalmente rescatado en el mar de Ecuador.

Máximo comparte con EWTN Noticias su intensa historia, que acaparó titulares en todo el mundo, pero ahora de un modo más íntimo, comenzando con admitir que nunca ha leído la Biblia, algo que ahora quiere hacer en cuanto tenga algo de dinero ya que perdió su bote, con el que obtenía su sustento diario.

Un poco de historia

“Gatón” —como lo llaman sus amigos porque ya no podía ser “gatito”, como le decía su mamá de pequeño— proviene de una familia de origen humilde que trabajaba la tierra sembrando maíz y algodón, algo que simplemente no le gustaba.

Un día, cuando tenía 13 años, su padre le dijo que fuera con un pariente suyo que era pescador. Y ese día todo cambió.

“Me encantó. Vivo desde ese día enamorado de la mar. Amo la mar. Yo converso con la mar”, afirma y prosigue: “pero antes de salir, me arrodillo. Voy contigo, Padre mío hermoso. Tu voluntad, siempre. Nunca dejé de pedirle [a Dios] que me lleve y me traiga. Nunca, nunca. Y orar por mis hijos, por mi madre”.

Máximo vive ahora en Pisco, a unas cuatro horas en auto al sur Lima, pero el 7 de diciembre salió desde Marcona, tres horas más al sur aún, el lugar desde donde comenzó una travesía que tal vez no imaginaba.

La travesía

Antes de salir al mar en la víspera del día de la Inmaculada, “Gatón” llamó a su madre y le pidió la bendición. “Nunca en mi vida pensé que me iba a pasar esto, porque estoy acostumbrado y yo salgo solo”.

Los primeros días y ya a unas 60 millas de distancia, logró una buena pesca y llenó siete sacos de pescado, con lo que esperaba conseguir un buen dinero. El 17 de diciembre decidió volver pero el motor no encendió y entonces se preparó para lo peor, con comida disponible como para un mes. “Dios mío, dije, uff. Y ahí en ese momento comencé a ahorrar mis víveres, mi agua. Un día comía, al otro día no comía”.

Veía como poco a poco se alejaba más, hasta llegar a las 150 millas y, ya por los días del Año Nuevo, se le terminó la comida. “Y me arrodillé en el bote. Dije, que sea todo (…) Pero yo creo en ti. Yo voy a salir de esto. Tengo que mentalizarme, no desesperarme, con calma”.

En enero y ya tomando agua de lluvia, se le acabaron las provisiones del todo: “no tenía nada. Ahí comencé a comer las cucarachas”, sin embargo no dejaba de rezar.

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“Me levantaba orando. Dormía orando. Hasta dos meses, casi, creo que no sentí su presencia. Pensé, ¿me has abandonado? ¿Por qué? Y lloraba, ¿no? Lloraba bastante, porque yo sabía en qué situación estaba”.

En febrero volvió a experimentar la presencia del Señor consigo. Alrededor del día 10 comenzó a comer los pájaros que caían en su bote. El día 20 siguió con los peces que “Él me había dado. Yo le decía, yo sé que tú me has mandado este pescado. Gracias, Padre”.

Pese a eso vinieron días más duros aún y comenzó a reclamarle al Señor, porque además el pescado de sus sacos se había malogrado y tuvo que tirarlo todo. “He botado todos mis productos, casi 800 kilos que tenía, más de 30.000 soles (unos 7 mil dólares)”, dinero con el que también quería comprarle algo a su madre.

“Gatón” le prometió cambiar a Dios si lo salvaba. “Yo he usado droga. Y a veces por la droga me alejaba mucho de mi familia. Como yo vivo solo, pescando solo. Y nunca pude. Nunca pude. (...) Pero yo quería por mis hijos, mi hermano, se sentían mal”.

En los primeros días de marzo ya todo estaba de cabeza. “Ya no había agua, no había comida, no había lluvia. Llegó el 11 de marzo. Ya yo estaba ya, me costaba respirar. Me costaba. Me había echado en mi cubierta. Cuando siento que mi bote le da un golpe. ¿Qué pasa? Pero ahí miro y era una tortuga. Increíble”.

Máximo tomó la tortuga, tomó su cuchillo, le pidió perdón al animal, lo cortó y bebió su sangre “y ahí siento como que ya viene la vida. Pero en todo ese proceso que me estaba pasando, yo sentía que Él era el que estaba haciendo todo eso”.

El rescate

Máximo esperaba en su bote ya sin fuerzas y de pronto vio un helicóptero, y allí, asegura, también vio a Jesús. “Y ahí yo comienzo a verlo a Wilson (el copiloto). Pero cuando lo veo así a Wilson, estaba pegado a la cara de Jesús mirándome”.

Un día antes, el 10 de marzo, “Gatón” le dijo a Dios: “Yo sé que tú me vas a mover en un helicóptero o una avioneta. Y cuando veo el helicóptero… lo hiciste. Y entonces Wilson me dice. ¿Por qué tú señalabas así? Porque yo quería que tú voltearas y lo veas. Jesús estaba pegado a tu mejilla”.

“Yo lo vi clarito. Le vi lo blanco y su cara tan hermosa. Y yo le decía. ‘Lo hiciste, lo hiciste. Tú, lo hiciste tú’. Y me privé y lloré. Le agradecí. Que todo el mundo escuche esto. Estoy esperando sanar. Quiero hacerlo con todo el amor que Dios dio para mí”, compartió emocionado.

Máximo fue llevado luego a un barco atunero ecuatoriano, en el que todos lo tocaban y repetían “es un milagro”; y desde donde pudo hacer una videollamada para hablar con su hija, para contarle que seguía con vida.

Al día siguiente, el capitán le contó que el barco no debía pasar el 11 de marzo por donde pasó para rescatar a “Gatón”, y que el helicóptero no prendió los dos días anteriores, sólo el 11, y que todo se había “alineado” para rescatarlo, incluso un sueño que el capitán tuvo con su madre, que le pedía que “saliera afuera” para que viera lo que había allá.

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Cuando el helicóptero funcionó, el panel detectaba muchos pájaros en una ubicación, lo que generalmente habla de abundancia de peces, pero no fue eso sino el bote de Máximo. “Entonces Julio, el capitán, también está convencido que todo fue una cadena y Dios hizo eso”.

“Gatón” cuenta además que siempre ha rezado al final del día, para darle gracias a Dios por la vida y por poner “un plato de comida en mi mesa. Gracias Padre por estar conmigo”. Relata asimismo que en los chequeos médicos que le han hecho, todo aparece normal: “no tengo nada, no tengo diabetes” algo que asegura, los doctores no pueden explicar.

“Ahora no sabemos si la cucaracha, el pájaro o la sangre de tortuga sirven para curar a los diabéticos”, bromea.

La voz de los hermanos

Flor Napa Castro, hermana de Máximo, comenta a EWTN Noticias que “mi hermano no ha sido un santo, y a veces dicen las personas por qué, por qué lo eligió a él. De verdad que Dios siempre, no sé, de repente le ve su buen corazón que él tiene, porque él siempre ha tenido un buen corazón para todos, no solamente para la familia, para cualquier persona que se le acercaba, él venía siempre, venían a pedir y él no lo dudaba, ahí mismo se metía la mano al bolsillo, si tenía víveres, víveres les daba. Ha sido una persona muy bondadosa siempre. Será por eso que Dios lo ha elegido a él”.

Para Alberto, hermano de Gatón, haber sobrevivido 95 días en el mar muestra “ese coraje que ha tenido de vivir toda esta travesía. Para mí es un guerrero como persona, porque creo que son pocas las personas que puedan pasar esa travesía y salvarse. Pero también agradecer al gran Señor que siempre lo ha tenido en su seno y nunca lo ha abandonado y él tampoco perdió la fe”.

Máximo ya había sobrevivido a otros naufragios, también a un incendio cuando uno de sus hijos tenía 13 años y del que ambos salieron con bien. Pese a todo confiesa que quiere volver a la mar, allí donde se encuentra con el Señor.

Colaboró en esta nota Abel Camasca, periodista de EWTN Noticias

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