Las ganas de vivir de Gajowniczek eran extraordinarias. Sobrevivió a Auschwitz y Sachsenhausen, otro campo de concentración nazi. Sobrevivió a una marcha de la muerte dos semanas antes del fin de la guerra: 12 días sin comida ni agua, subsistiendo a base de hierba seca y ortigas. Aún no sabía que le aguardaban noticias trágicas en casa.
De luto
En el otoño de 1945, Gajowniczek regresó a Polonia. En Rawa Mazowiecka, un pequeño pueblo a unos 80 kilómetros de Varsovia, se reunió con su esposa. Minutos después, se encontraban junto a las tumbas de sus hijos. Sus muertes fueron una tragedia que no debió ocurrir, lo que agravó la propia historia de Gajowniczek. Sus seres queridos casi habían sobrevivido a la guerra, pero los niños perecieron en un bombardeo del Ejército Rojo el 17 de enero de 1945 sobre el pueblo, un lugar en la ruta de guerra. Su madre había ido a enviar un paquete a su esposo en el campo; al regresar, encontró sus cuerpos entre los caídos; Gajowniczek se salvó sólo para llorar a sus hijos.
No podían quedarse en Varsovia. La ruinosa "ciudad de los muertos" les recordaba a un cementerio y a sus hijos. En 1946, se mudaron a Brzeg, cerca de Breslavia. No tuvieron más hijos y en una ocasión consideraron adoptar a una niña, Tereska, aunque no lo consiguieron. Él consiguió un trabajo en una oficina municipal; ella trabajaba en una tienda. Su hogar en la calle Lwowska estaba sumido en el silencio. Gajowniczek criaba nutrias (un tipo de roedor) y conejos, y cuidaba abejas. Después del trabajo, paseaban hasta el Parque de la Libertad, donde hablaban de sus hijos.
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“Si no hubiera vivido, mi esposa no los habría dejado para enviarme un paquete. Habría sido mejor que yo hubiera muerto y ellos vivieran, pero tal es la voluntad divina que resucité en su nombre, y ellos perecieron”, reflexionó años después.
Poco después de la guerra, el Caballero de la Inmaculada publicó los primeros relatos de la muerte del P. Kolbe, junto con un aviso buscando al “hombre de familia” anónimo por quien San Maximiliano había sacrificado su vida.
Se desconoce cómo llegó Caballero de la Inmaculada hasta Gajowniczek. Lo cierto es que, en mayo de 1946, publicó su testimonio, “La Voz del Sobreviviente”. Su último pasaje destaca: “Crecí en un ambiente religioso; mantuve mi fe en los momentos más difíciles; la religión era mi único sustento y esperanza en aquel entonces. El sacrificio del P. Maximiliano Kolbe intensificó aún más mi religiosidad y devoción a la Iglesia Católica, de la que surgen tales héroes”.
En 1949, comenzó el proceso de beatificación del Padre Kolbe. El Papa Pablo VI lo beatificó como confesor en 1971 y el Papa Juan Pablo II lo canonizó como mártir en 1982. Gajowniczek asistió a todos estos eventos, y su vida se vio cada vez más marcada por esta extraordinaria historia.
Sus últimos años
Helena falleció en 1982, año de la canonización de Kolbe, y fue enterrada con sus hijos. Gajowniczek se quedó solo. A finales de la década de 1980, Gajowniczek, ya con más de 80 años, se casó con su cuidadora, Janina. Su hogar se convirtió en un centro de visitantes, incluyendo una memorable peregrinación de superiores religiosos de Japón. Gajowniczek y Janina viajaron con frecuencia por Europa y Estados Unidos, donde, en 1989, él se reunió con el presidente George H.W. Bush en la Casa Blanca.