“Sirvió a la vida y a la verdad, a pesar de los ataques que sufrió y los riesgos para su carrera”, dijo Dugast. “Perdió muchas cosas: el Premio Nobel, sus créditos de investigación, su equipo en el laboratorio de París. Pero nunca dejó de defender el derecho a la vida de los niños con discapacidad”.
“Todo en él estaba unificado, armonizado: su inteligencia se adhería a la verdad, su corazón amaba incondicionalmente, y esa unidad interior le dio una gran fortaleza y libertad”, continuó Dugast. “Así fue como se convirtió en el heroico defensor de los no nacidos, sin miedo a arriesgar su carrera”.
Lejeune recibió reconocimiento en la Iglesia Católica cuando San Juan Pablo II lo nombró presidente de la Pontificia Academia de Ciencias. Posteriormente, el Papa lo designó como el primer presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Lejeune redactó apasionadamente sus estatutos y el juramento de los Servidores de la Vida, pero sólo 33 días después de su nombramiento, falleció de cáncer de pulmón el Domingo de Pascua de 1994.
Camino a los altares
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“El mismo día de su muerte, 50 personas firmaron una petición al Vaticano para que se abriera su proceso de canonización”, contó Dugast. “Su fama de santidad es importante en Estados Unidos, América Latina y Europa, y sigue creciendo”.
En 2007, la Iglesia Católica abrió oficialmente su causa de canonización. En 2021, el Papa Francisco declaró a Lejeune “Venerable”, al reconocer que vivió las virtudes de manera heroica.
Para su beatificación, se necesita un milagro atribuido a su intercesión.
Dugast ha recibido apoyo de devotos en todo el mundo, y su biografía sobre Lejeune ha sido traducida a varios idiomas.
“¡Las solicitudes de oraciones y reliquias de Jérôme Lejeune llegan de todas partes! Desde Australia hasta Estados Unidos, pasando por Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Filipinas, África, India, Nueva Zelanda y, por supuesto, Europa. Las familias rezan con perseverancia. Esta oleada de fe y esperanza nos une en la comunión de los santos”, afirmó.
“Es un ejemplo extraordinario para nuestro mundo, que presume de ser muy inteligente, pero que con frecuencia está lejos de la verdad. Nos muestra la estrella que debemos seguir”, concluyó Dugast.