Escondido en las montañas de Tehachapi, California, un grupo de monjas de clausura persigue cachorros, elabora quesos artesanales y reza la Liturgia de las Horas, todo como parte del resurgimiento de una orden religiosa de 900 años de antigüedad.
Con raíces que se remontan a 1121, cuando San Norberto de Xanten fundó la primera comunidad, el Priorato de San José de las Canonesas Norbertinas de Belén ha crecido desde su fundación hace casi 30 años.
“El proceso de fundación de nuestro priorato fue único, ya que no hay otras canonesas norbertinas en Norteamérica”, explicó la Madre Mary Oda, priora de las Canonesas Norbertinas.
La oración contemplativa es fundamental para la comunidad. La vida cotidiana de las monjas se basa en la oración litúrgica. Se levantan a medianoche para cantar el oficio de maitines y hacen una pausa en sus tareas diarias a lo largo del día para orar.
La Madre Oda compartió cómo su vida contemplativa y de clausura está profundamente arraigada en la liturgia.
“La alabanza, la adoración, la acción de gracias y la intercesión que impregnan la oración litúrgica también impregnan la vida diaria de la canonesa, convirtiendo su propia existencia en una especie de 'liturgia viviente'”, declaró a CNA, agencia en inglés de EWTN News.