Ella enfatiza: “Tomé por mi abogado y señor al glorioso San José, y me encomendé a él con fervor. Vi claramente que tanto en este problema como en otros de mayor importancia, relacionados con mi honor y la salvación de mi alma, este padre y señor mío me libró y me prestó mayores servicios de los que yo sabía pedirle”.
Y nuevamente exalta al padre putativo de Nuestro Señor: “No recuerdo haberle pedido jamás algo que no me haya concedido; y me quedo asombrada al considerar las grandes gracias que Dios me ha otorgado por medio de este bendito santo, los peligros de los que me ha librado, tanto del cuerpo como del alma”.
Añade: “Ojalá pudiera convencer a todos los hombres de que sean devotos de este glorioso santo; porque sé, por larga experiencia, qué bendiciones puede obtenernos de Dios. Nunca he conocido a nadie que le haya sido realmente devoto y le haya honrado con servicios especiales que no haya avanzado visiblemente en virtud”.
La mística de Ávila continúa: “Aquellos que se entregan a la oración deben tener siempre una devoción especial a San José; porque no sé cómo alguien puede pensar en la Reina de los Ángeles, durante el tiempo en que sufrió tanto con el Niño Jesús, sin dar gracias a San José por los servicios que entonces les prestó”.
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Santa Teresa también enfatiza: “A otros santos parece que nuestro Señor les ha dado gracia para socorrer en alguna necesidad particular; pero a este glorioso santo, lo sé por experiencia, le ha concedido ayudar en todas. Y nuestro Señor quiere que entendamos que, así como en la tierra se sometió a él —pues San José, teniendo el título de padre y siendo su guardián, podía mandarle—, así ahora en el cielo concede todas sus peticiones”.
“Pero pido, por amor de Dios, que quien no me crea lo pruebe por sí mismo, y verá por experiencia el gran bien que resulta de encomendarse a este glorioso patriarca y ser devoto de él”, concluye la santa.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.
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