El Papa Francisco decidió abrir, por primera vez en la historia, una Puerta Santa en la cárcel italiana de Rebibbia durante el Jubileo de la Esperanza, un gesto que los presos acogieron como un signo de clemencia, cercanía y esperanza.
Su visita a Rebibbia respondió a las directrices de la bula Spes non confundit, en la que el Pontífice insta a ser “signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”.
El P. Raffaele Grimaldi, inspector de los capellanes de las cárceles italianas, remarcó durante un encuentro con periodistas organizado por la Asociación ISCOM en los alrededores del Vaticano, que el Santo Padre sabe “que aquellos que han cometido errores necesitan que les tendamos una mano para que puedan retomar su camino”.
“Aprendí a ser sacerdote en la cárcel”
El P. Grimaldi dejó la capellanía en la cárcel Secondigliano de Nápoles —donde sirvió a los presos durante 23 años—, para coordinar a los 230 sacerdotes que atienden a los cerca de 62.000 detenidos de toda Italia, de los cuales 20.000 son extranjeros.
De sus años como capellán destaca que allí no sólo estaban los detenidos comunes, “sino también los de máxima seguridad, personas con un historial delictivo muy fuerte”.