Se cumple una semana de uno de los episodios más tortuosos que ha sufrido el Papa Francisco durante su larga convalecencia en el hospital Policlínico Gemelli. No sabemos cuánto duró la crisis respiratoria prolongada que sufrió el sábado por la mañana, pero el Vaticano incluyó el adjetivo “dolorosa” en el boletín médico.
Un momento muy delicado, de honda sensación de ahogo, que, además de alarmar a los médicos que tuvieron que conectarlo a una bombona de oxígeno, contagió de angustia al mundo.
Ana Jiménez es una de las peregrinas españolas que debían reunirse con el Pontífice en una de las audiencias previstas para esta semana como parte del Jubileo de la Esperanza y que han tenido que ser canceladas.
“Seguimos todas las noticias sobre su salud; hay días que son mejores y otros un poquito peores. Hay mucha incertidumbre y estamos viviendo estos momentos un poco como si estuviéramos en una montaña rusa”, asegura.
Ha viajado con su marido y su hija de diez años, María, quien, con su desparpajo, ha llenado de alegría el viaje.
