Robado y secuestrado por piratas durante años, el Niño Cautivo se ha convertido en un símbolo de esperanza para quienes han sufrido la privación de su libertad o luchan contra adicciones. Su imagen, venerada en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, guarda una historia marcada por la fe y la resiliencia.
En una de las capillas laterales del templo se encuentra esta escultura de madera, que sostiene unas esposas. El origen de la imagen se remonta a la época de la Nueva España. Según contó a ACI Prensa Alfredo Martínez, encargado de Relaciones Públicas de la Catedral, la imagen perteneció al español Francisco Sandoval de Zapata, quien en 1622 fue nombrado racionero del recinto.
Durante su viaje a la Nueva España, su barco fue interceptado por piratas británicos, quienes lo tomaron prisionero y exigieron un rescate equivalente a su peso. La suma necesaria tardó varios años en reunirse, permitiendo no sólo la liberación de Sandoval, sino también de otros cautivos.
El rescate se concretó hacia 1629, aunque, lamentablemente, Sandoval ya había fallecido. Sin embargo, Martínez señaló que los piratas devolvieron intacta la imagen del Niño Jesús, que comenzó a gozar de gran notoriedad en la Nueva España. En ese contexto, y debido a la rivalidad religiosa entre católicos y protestantes, se difundió la idea de que los “malvados protestantes británicos secuestraron al niño Dios; por lo tanto, la Nueva España rescata al niño Dios”.
De acuerdo con Martínez, fue en la Catedral Metropolitana donde la escultura adquirió su identidad actual. Aunque en sus orígenes era conocida como la imagen del Niño Dios, al llegar a México comenzó a ser conocida como el Niño Cautivo, un título que simboliza su historia de liberación. Para reforzar este simbolismo, “se le agregan unas esposas de aquel tiempo de mano, fabricadas especialmente a su medida, en plata”.