“Y es así cómo comenzamos juntos nuestra conversión, sanándonos desde dentro, sacando todo lo podrido y volviendo a rescatar la alegría perdida y todo lo bueno que estaba ahogado, y lo mejor es que fue juntos ya no me sentí sola”.
Fue un camino largo, remarca, y tampoco fue fácil. “El proceso de sanación para las heridas del aborto significó reconocer nuestros errores, pedir perdón y perdonar, y también poner en práctica todo lo aprendido”. Una vez sanada, comprendió que “la vida es un don de Dios”.
“Significó también valentía para preguntar y escuchar a nuestros seres queridos, que también llevan su mochila; comprender y acompañar muchas veces desde el silencio”. En medio del sufrimiento, encontró a Dios y entendió que en ocasiones “permite las cosas para que luego podamos conocer su Misericordia y Amor”.
Los instrumentos del Espíritu Santo
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Explica a ACI Prensa que su camino de conversión “fue largo” y que, en 2002, decidió confirmarse. “Si me preguntan cómo llegué ahí, no lo sé, creo que el Espíritu Santo se valió de muchos instrumentos”. Al año siguiente, también se confirmó Juan, y en 2004 se casaron. “Ayudé como catequista varios años, pero sin dar aún testimonio de todo lo que había vivido”.
Con el tiempo, recibió una invitación para participar en un grupo provida y fue así como conoció el Proyecto Esperanza. “Me animé y con entusiasmo comencé a trabajar, de alguna forma sentí que ese era mi lugar, aprendí a ponerme en los zapatos de mi prójimo y a no juzgar”.
“Entendí que cada situación es única, pero no imposible a los ojos de Dios… Cuánto dolor se puede mitigar con un abrazo, un oído atento, una palabra de aliento y la esperanza de que las cosas pueden mejorar”, señala.
La coordinadora del Proyecto Esperanza en Argentina, Ana Salgado, subrayó a ACI Prensa que “el acompañamiento es un lugar donde Dios se revela y en cada uno lo hace de un modo diferente”.
“Marcela y Juan fueron verdaderamente una fuente de revelación para las dos personas que los acompañamos. Revelación del inmenso Amor incondicional de Dios, de Su paciencia y generosidad, de su modo de hacer ‘nuevas todas las cosas’”.
Destaca que Juan y Marcela hicieron “un camino que les permitió salir de ese círculo de repetición, en el que muchas veces quedan atrapados quienes viven experiencias de maltrato. Un camino que pudo despertar ese corazón que sintieron anestesiado… alejado de todo sentimiento o emoción. Un camino que los llevó a descubrir un sentido a través de la entrega o reparación”.