El arzobispo Ramón Benito de la Rosa y Carpio nació el 19 de septiembre de 1939, hace poco más de 85 años, en el municipio de Higüey en la República Dominicana, país en el que se ha gastado y desgastado por los fieles a él confiados. La partera que atendió a su Mami Nena, como llama con cariño a su madre, fue su bisabuela Damiana Cedano, quien ese día hizo una profecía que se haría realidad: “Nenita, tu hijo es varón y será sacerdote”.
Así recordaba el prelado cómo comenzó su historia, en sus palabras de agradecimiento a los que participaron de la celebración de sus 60 años de sacerdocio en la Catedral de Santiago de los Caballeros, arquidiócesis que pastoreó entre 2003 y 2015.
“Gracias Mami Nena por enseñarme desde que estaba en tu vientre a rezar, a amar a Dios y a su Madre, y a no tener miedo a nada aferrándome a la Cruz redentora de Cristo. Gracias, Papá Beno, por enseñarme a ser hombre como tú, capaz de comprometerme, de ser responsable y de tener recta intención en mi conducta”.

El arzobispo, que también fue Obispo Auxiliar de Santo Domingo y Obispo de Nuestra Señora de la Alta Gracia en Higüey, contó que sintió el llamado de Dios en enero de 1954, cuando tenía 14 años, cuando leía el libro El drama de Jesús, del sacerdote jesuita José Julio Martínez, y que además hizo “la octava de la Altagracia por mi vocación sacerdotal, yendo cada día a su Santuario”.
Además, relató que cuando entonces “enviaron la lista de lo que yo debía llevar al seminario, todos mis gastos sumaban $90.00 pesos, equivalentes a $90.00 dólares. Todo un capital para la época. Desde entonces la generosidad del Señor, manifestada en tantas personas nunca me ha faltado”.