La crisis en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC) sigue agravándose. Milicianos del M23, la principal organización armada entre el centenar de grupos rebeldes activos en la región, avanzan hacia Bukavu, la capital de Kivu del Sur.
A finales de enero, el M23 bombardeó durante tres días la ciudad de Goma, una urbe de 1.600.000 habitantes en la frontera con Ruanda, actualmente bajo su dominio. Sin embargo, aún persisten focos de resistencia de soldados congoleños y sus aliados.
Este conflicto, enquistado en el país africano durante más de 30 años, ha dejado un rastro de muerte y devastación. La Misión de las Naciones Unidas en la RDC (MONUSCO) estima que los últimos enfrentamientos han causado al menos 3.000 muertos, pero según el obispo de Goma, Mons. Willy Ngumbi Ngengele, la cifra real es aún mayor.
En una entrevista con ACI Prensa, Mons. Ngumbi describe la grave crisis humanitaria desatada por la violencia: “Muchas personas han muerto. Decenas de edificios han sido destruidos, entre ellos escuelas y hospitales. La situación es terrible: no hay comida, ni agua, ni electricidad. La gente no tiene dinero, los bancos siguen cerrados. Es un serio problema para los padres conseguir alimentos”.
El obispo de Goma se encontraba en Bruselas cuando la capital de Kivu Norte cayó en manos del M23, visitando la sede de la Comisión de Conferencias Episcopales de la UE (COMECE).