A continuación, la Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada hoy en la Basílica de San Pedro con motivo del Domingo de la Palabra de Dios:
El Evangelio que hemos escuchado nos anuncia el cumplimiento de una profecía colmada del Espíritu Santo. Y quien la cumple es Aquel que viene “con el poder del Espíritu” (Lc 4,14): Jesús, el Salvador.
La Palabra de Dios está viva; camina con nosotros a través de los siglos y actúa en la historia por el poder del Espíritu Santo. El Señor, en efecto, permanece siempre fiel a su promesa, que mantiene por amor a los hombres. Precisamente así lo dice Jesús en la sinagoga de Nazaret: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4,21).
Hermanas y hermanos, ¡qué feliz coincidencia! En el Domingo de la Palabra de Dios, aún en los inicios del Jubileo, se proclama esta página del Evangelio de Lucas, en la que Jesús se revela como el Mesías “consagrado por la unción” (v. 18) y enviado a “proclamar un año de gracia del Señor’ (v. 19). Jesús es la Palabra viviente, en la que todas las Escrituras encuentran pleno cumplimiento. Y nosotros, en el hoy de la santa Liturgia, somos sus contemporáneos.
También nosotros, llenos de estupor, abramos el corazón y la mente para escucharlo, pues “cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (CONC. VAT. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7). He dicho una palabra: estupor. Cuando nosotros sentimos el Evangelio, la Palabra de Dios, no es solamente escucharlo y entenderlo, no. Debe llegar al corazón y producir eso que he dicho, estupor. La palabra de Dios siempre nos asombra, siempre nos renueva. Entra en el corazón y nos renueva siempre.
Y con esta actitud de fe gozosa estamos invitados a acoger la antigua profecía como proveniente del Corazón de Cristo, deteniéndonos en las cinco acciones que caracterizan la misión del Mesías: una misión única y universal; única, porque sólo Él la puede realizar; universal, porque quiere incluir a todos.