8 de enero de 2025 Donar
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Vivir del descarte: La Iglesia Católica, cercana a las familias que hacen del basural su fuente de trabajo

Basural en Buenos Aires (Argentina)/ Crédito: Manuel Ochoa/Shutterstock

Cerca de 50.000 personas viven en los barrios que circundan la planta de residuos más grande de la provincia de Buenos Aires (Argentina), un lugar que es fuente de contaminación ambiental, pero que para muchos también es fuente de trabajo. ¿Cómo acompaña la Iglesia Católica la realidad de quienes “viven de la basura”?

Conocida por su sigla: CEAMSE, la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado es la entidad que se encarga de gestionar los residuos sólidos urbanos del Área Metropolitana Buenos Aires (Argentina). 

Para ello, se vale de distintos predios ubicados en diferentes puntos de la provincia. Uno de ellos, denominado Norte III, ubicado en la localidad de José León Suárez, recibe aproximadamente el 85 % del total de los residuos del sistema, con un promedio de 436.325 toneladas de basura por mes.

En cercanías de este gran predio se encuentran, de un lado, las poblaciones de Villa Hidalgo, 13 de julio, Los Eucaliptos y 8 de Mayo; y del otro, Villa La Cárcova, Independencia, 5 de noviembre, Lanzone, Costa del Lago, Costa Esperanza.

Vivir de la basura

A orillas del basural, las poblaciones villeras conviven ya de manera natural con la contaminación, los olores, y gran parte de ellos, en contacto directo con la basura, expuestos a los peligros que eso acarrea.

Allí, no son pocas las familias que “viven de la basura”, es decir, que hacen del basural su fuente de ingresos, ya sea por la recolección de residuos para su posterior venta (cartones, plásticos, etc), como también por la búsqueda de alimentos que, más allá de su fecha de vencimiento, todavía se pueden consumir.

Muchos lo consideran su fuente de trabajo, pero otros tantos lo hacen porque “no les queda otra”, reconoce a ACI Prensa el P. Andrés Benítez, párroco de San Juan Bosco, una comunidad que se compone de nueve capillas ubicadas a lo largo y a lo ancho de Villa La Cárcova.

Durante muchos años, el pastoreo de esas comunidades estuvo bajo el cayado del P. José María “Pepe” Di Paola, quien recientemente fue asignado a la Arquidiócesis Primada de Argentina, Santiago del Estero.

Actividad en la Parroquia San Juan Bosco. Crédito: Parroquia San Juan Bosco

Hoy, el P. Benítez se pone “la parroquia al hombro”, para asistir cada día a los cinco barrios de José León Suárez, donde habitan cerca de 50.000 personas. La ventaja, asegura el sacerdote, es que la comunidad “te banca”, es decir, apoya el trabajo. Cada día es “una lotería”, afirma, “pero es hermoso, es la sorpresa de Dios, que es la más linda de todas”.

Un diácono permanente, algunas religiosas, y numerosos voluntarios colaboran con las actividades de la parroquia. Hoy, lo principal es darle de comer a la gente, porque la demanda es grande. Cada día, las diferentes capillas se transforman en comedores que entregan un promedio de 3.000 porciones diarias.

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Para cubrir esa necesidad, la parroquia se vale de donaciones, que se reciben en la cuenta corriente del banco BBVA, al CBU 0170457420000000076412. Titular de la cuenta: Parroquia San Juan Bosco. 

Aliviar el hambre, por encima de todo

“Si me preguntás hoy cuál es la prioridad de la parroquia: la cocina, por encima de todo”, sintetiza. “Hoy para mí lo más importante es eso, que arranque la semana y que sepa que todas las capillas tienen gas en sus garrafas, que las ollas están bien, que los anafes andan, que tienen fideos, papas, zanahoria, cebolla, carne, condimentos, agua”.

En el último tiempo, la situación en los barrios empeoró, reconoce el sacerdote. “La gente no recupera el laburo, no lo tiene, no lo puede mantener. No hay fuentes de laburo”, explicó. Las “changas” [trabajo ocasional] se acaban pronto, y en las filas para recibir la comida “hay cada vez más gente”.

En ese marco, la CEAMSE se convierte en fuente de trabajo para muchos habitantes de la zona. “El basural tiene una magnitud impresionante. Es un barrio, donde hay un montón de gente laburando adentro, por sectores, por zonas”, explica el párroco.

“Hay momentos en los que la CEAMSE permite que familias, personas autorizadas obviamente, se acerquen y puedan hacer un trabajo de reciclado, o de recolección, o de selección, por así decirlo, de las cosas a las que pueden llegar a dar uso, principalmente para la venta”.

“Si llegan alimentos, a veces obviamente son alimentos cercanos a la fecha de vencimiento, o vencidos, y muchas veces la gente los lleva para consumir”, reconoce, en especial los alimentos no perecederos, que no pueden estar en la góndola de un supermercado pero “para el consumo todavía está disponible”, señala.

“Hay un grupo grande que se dedica a eso. Por eso digo, nuestra parroquia, linda contra la franja del río Reconquista, con el Camino del Buen Ayre, y todos los barrios que tenemos nosotros acá, que atendemos, están cercanos a lo que es el CEAMSE”, detalla. 

La parroquia como centro de la vida en las villas

La vida de la parroquia y la vida de la comunidad no son caminos paralelos, sino entrelazados. Las mismas familias que acuden al basural tienen chicos que van a catequesis a las capillas, al centro educativo, al club. Y los adultos son parte de los grupos de hombres o de mujeres de las capillas. Existe un “ida y vuelta” con ellos, señala el sacerdote.

Celebración en la Parroquia San Juan Bosco. Crédito: Parroquia San Juan Bosco

“Los pibes mismos te cuentan: hoy mi hermano, mi papá o mi mamá estuvo en el basural o está trabajando. Ellos lo dicen con mucha normalidad, porque en los barrios nuestros, las villas, la changa es como el trabajo fuerte, por así decirlo, y parte de esa changa es el cartoneo, ese reciclado”.

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“A veces vemos que los padres salen con su carreta para hacer el laburo, y a veces van los hijos con ellos, porque muchas veces es el momento que tienen para estar juntos, laburar juntos”. 

“Es parte de la realidad de los barrios y de nuestras villas”, insiste. Sin embargo, la otra cara de esa realidad son los peligros a los que se enfrentan en el trabajo en el basural, entre los que se cuentan “lastimarse, cortarse con algún elemento de ahí, o la misma salud que también se va afectando porque quieras o no, estás en el basural, con todo lo que eso implica: la intoxicación, la quemazón, los olores, la suciedad”.

“Estando ahí, cortarte con algo, aunque sea un tajito, ese tajito implica una infección mucho más grande”, advierte. “Entonces es una cuestión muy delicada”, expone, aunque “gracias a Dios, los barrios tienen todos sus salitas de primeros auxilios, obviamente con lo precario que es estar en una sala en una villa”, aclara.

“La cuestión de salud es complicada”, señala, y muchas veces las personas se acostumbran, “lamentablemente, a estar en contacto permanente con la basura, la suciedad que implica, la enfermedad para ellos, para su familia”.

“Lamentablemente, por ahora, es una fuente de trabajo, hoy la gente labura ahí y a veces su ingreso es ese. Y cada vez hay más basura, uno se da cuenta de que eso sigue creciendo, no se acaba”, alerta. “Cada vez hay más descarte, en lo material y en lo humano. Y esto no pinta que pase muy pronto”.

“Estamos en una sociedad descartable, de lo material y de lo humano también. Cada vez hay más cosas, pero con menos duración. Pasa con los elementos y pasa con las personas: esta persona se jubiló, o no terminó de estudiar, o no sabe, y listo. Te cambio, o lo que pasa muchas veces con los trabajos: te contrato por tres meses a prueba y cuando pasaron los tres meses, bueno, gracias, ahí viene el de atrás tuyo”, reflexiona el párroco.

Sumado a la pobreza: los prejuicios

Conseguir trabajo es difícil, y fuera del barrio esto empeora. “Cuando alguno de ellos puede salir a buscar laburo fuera de la villa, automáticamente les piden el currículum” y “al decir que sos de La Cárcova, Villa Curita, Independencia, 13 de Julio, Barrio Nuevo, es muy difícil que te acepten”. 

“Ese miedo, el prejuicio, todavía está: tenés cara de barrio, tenés cara de villa, tenés cara de delincuente. Uno habla de discriminación, pero acá es todos los días eso, lamentablemente es todos los días”, advierte.

La situación se agravó también en los últimos meses en torno a los ingresos, porque se fue “cayendo” la ayuda estatal a través de planes. En la parroquia, eso se tradujo en falta de voluntarios porque la gente “no tiene plata para vivir” y tienen que “salir a hacer changas”. 

Esta situación trae otros problemas: “La gente en la fila para la comida ya se empezó a pelear, porque tienen miedo de quedarse sin comer”, puntualiza. “Ven una fila larga y se empiezan a empujar, empieza la pelea”.

Por otra parte, “crece mucho el consumo [de drogas], se vende mucho más, es zona liberada de armas y de consumo. Entonces está muy pesado”, sostiene.

Por eso, desde la parroquia “intentamos ir acompañándonos”, resalta. “La parroquia es enormemente grande, tiene mucha vida: el club, el colegio, la capilla, las ‘tres C’ como decimos siempre, la comunidad organizada, educación, escuela de oficio, del más chico hasta el más grande. La capilla siempre está abierta y siempre es una referencia para el barrio. No somos ajenos a la realidad del barrio, es increíble lo que se logró en estos diez años”, concluye.

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